Karim Bouamrane, alcalde de Saint-Ouen. Foto: Albert Garcia |
"Siempre lo he dicho y lo digo con todo el respeto que siento por los parisinos y la alcaldesa de París", declara el alcalde y medio en serio, medio en broma: "París se convertirá en una banlieue de Saint-Ouen". La idea es que los Juegos precipiten la transformación de la banlieue de modo que municipios como Sait-Ouen dejen de ser descentrados respecto a la vecina capital, y sean estos municipios el nuevo centro. "Para mí", dice Bouamrane, "los Juegos Olímpicos son un arma política que me permite ir más rápido, más alto, más fuerte."
El alcalde habla del triple legado de los Juegos para este municipio de 50.000 habitantes que abarca una parte de la Villa Olímpica y varios terrenos de entrenamiento para los JJ.OO.
El primer legado, dice, es inmaterial, "el sentimiento de orgullo para los niños y niñas" en una zona que arrastra una mala reputación. "Cuando se viene de un ambiente popular como el mío, el primer patrimonio es la dignidad, el respeto y el orgullo", dice, y se pasa al español, lengua que habla como el árabe, el inglés el italiano y el portugués: "Como en Barcelona 92, el sentimiento de orgullo es hí-per--im-por-tan-te".
Segundo legado: el sentimiento de seguridad, que, dice, no es solo cuestión de policías, aunque también, sino de "belleza" en el espacio público. Y tercer legado: la remodelación urbanística. Solo en la Villa Olímpica, dos escuelas, un parque de tres hectáreas y mil viviendas nuevas, de las cuales 250 serán vivienda social.
Más allá de estas construcciones, está en marcha el ambicioso Grand Paris que debe integrar toda la región en una red de transportes que contribuya a desenclavar la banlieue.
"Esto es como una bicicleta", dice el alcalde. "Estoy en buenas condiciones y pedaleo, pero ahora nos han puesto una batería eléctrica. ¡Vamos más rápido! ¡Pero debemos seguir pedaleando!"
Pedalear, en el sentido figurado, es algo que Bouamrane ha hecho toda su vida. Sus padres eran inmigrantes marroquíes. Él creció en un edificio insalubre en Sait-Ouen en el que los vecinos de la planta debían compartir el lavabo y no había duchas. Para ducharse debían ir a las duchas municipales. "Mi infancia fue feliz, porque tuve la suerte de que en mi familia había mucho amor", recuerda. "No éramos conscientes de nuestra pobreza". De pequeño, Karim se pasaba los ratos libres chutando la pelota contra un muro. Su ídolo era Sócrates, dice, "aunque entonces todavía no sabía que Sócrates era un futbolista implicado políticamente". Y ahí viene el giro en la historia, que ni el mejor guionista habría podido idear. De aquel muro y de aquella casa insalubre de la banlieue pobre pero feliz de los setenta y los ochenta, no queda nada. ¿Y qué hay en el mismo lugar?La Villa Olímpica. "¡Dónde yo vivía!", exclama. Con Bouamrane, que antes de entrar en política fue empresario de seguridad y es alcalde desde 2020, la meritocracia republicana funcionó...
"Debería haber más casos como el mío: luchamos por eso", dice este hombre de izquierdas que defiende con pasión lo que en Francia llaman los valores republicanos y la laicidad (...).
Y su mensaje va más allá de Saint-Ouen y la banlieue. "Lo que me interesa, Marc, francamente, es salvar el país". Nada menos.
Marc Bassets. El País, miércoles 31 de julio de 2024.
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