Vista de una sala de exposiciones Espace- espaces
Fotografía de la fundación MAEGHT
Los Maeght ejercieron de mecenas y confidentes y contribuyeron a levantar el deslumbrante complejo de la fundación, que alberga una impresionante colección, de las más importantes de Europa y con más de 13.000 obras. Joan Miró, quien les presentó al arquitecto Josep Lluís Sert, que diseñó el edificio, realizó un laberinto con 20 esculturas; Marc Chagall residente en el mismo pueblo, recreó a la pareja de benefactores en un mosaico; Georges Braque que pasaba en Vence todos los eneros y febreros, realizó una de sus últimas obras en el fondo que decora un estanque del recinto; Alberto Giacometti, a quien le rechazaron algunas de sus espectrales esculturas en EE UU, las recolocó en el patio...
Continente y contenido, todo es apabullante en este conjunto que inauguró el 29 de junio una extensión de su espacio expositivo diseñada por el arquitecto italiano Silvio d'Ascia respetando los modos de Sert. Como celebración de su 60 aniversario, la fundación ha programado conciertos, espectáculos de danza, lecturas y talleres en paralelo a una gran exposición dedicada a la amistad de Pierre Bonnard y Henri Matisse, unidos entre ellos y también a los Maeght. La muestra abierta hasta el 6 de octubre, enfrenta a dos artistas únicos pero con concomitancias temáticas y formales.
Aimé Maeght y Bonnard se conocieron en Cannes en 1936 y unos años más tarde, en 1943, Bonnard presentó a Maeght y Matisse en Vence. Fruto de ese vínculo cristalizó en 1945 el proyecto de la galería Maeght en París, que inauguró con una exposición del ya entonces reputado Matisse. La relación entre ese pintor y el marchante desembocó en una serie de retratos que el artista realizó de Marguerite Maeght, cuyo proceso grabó en vídeo el hijo de la pareja, Adrien, dejando un testimonio histórico del método de trabajo del pintor, grabador y escultor. Con esos dibujos -los más antiguos, profusos, y los posteriores, mucho más esquemáticos, testimonio del uso magistral de la línea- arranca un recorrido que revela los vínculos comunes entre los Maeght, Matisse y Bonnard para adentrarse después en la confrontación de los trabajos de ambos pintores.
Bonnard impulsó el movimiento nabi y a Matisse se le considera el máximo representante del fauvismo, dos estilos caracterizados por una actitud rompedora ante el uso pictórico del color. No es casualidad que ambos residieran en el sur de Francia, impregnado de la característica luz mediterránea. Pero pintaron también en París, la metrópoli gris y marrón, y coincidieron en representar a sus esposas en la intimidad del hogar, desnudas, en la más estrecha de las relaciones entre el pintor y su modelo.
Más espacios comunes: sus retratos, bodegones, sus paisajes de colores brillantes. Matisse, con rostros de rasgos sintéticos que devienen máscaras; Bonnard, empeñado en composiciones etéreas que recreaba de memoria a partir de las fotos que tomaba. Al final, una sala recupera la vertiente espiritual de ambos creadores. Junto al último cuadro que pintó Bonnard, un árbol, al que regresaba cada primavera para observar su cíclico renacimiento, se exhiben algunas piezas religiosas del nada religioso Matisse: un retrato de una monja o una casulla...
Silvia Hernando. Saint-Paul-de Vence. El País, martes 30 de julio de 2024
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