Si entras en el juego de cada uno de estos directores, es imposible que una nueva variación de "siempre la misma película" -como dirían los haters- no resulte reconfortante, como los linguini alla putanesca que prepara Rosa, la protagonista de Que la fiesta continúe. Se trata de una sexagenaria que es capaz de compaginar su trabajo como enfermera con su activismo político, mientras ejerce de cabeza de familia y se enamora del padre de su nuera, con el que tendrá un tierno y ardoroso romance.
El filme viene a ser, además, un compendio de los temas y preocupaciones que el cineasta francés ha despegado en su filmografía, que acostumbra a indagar en los problemas laborales, sentimentales y existenciales de unos personajes zarandeados por las leyes del capitalismo. Como en Marius y Jannette (1997) o Las nieves del Kilimanjaro (2011), en la vitalista y conmovedora Que la fiesta continúe los personajes encuentran una válvula de escape en la familia y en la propia comunidad. Quizá la mayor aportación del filme a la obra del cineasta se encuentre en el plano formal, con una puesta en escena que mira más que nunca al Hollywood clásico.
Javier Yuste. El cultural, 19-7-2024.
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