miércoles, 28 de agosto de 2024

Una conversación con Léa Seydoux

Lèa Seydoux

Una conversación con Léa Seydoux (París,1985) es una larga sucesión de silencios, dudas y tropiezos. "Hoy no acabo de encontrar las palabras", se disculpa tras una sesión de fotos en un estudio pegado a la Torre Eiffel, mientras observa por la ventana un cielo parisiense por el que desfilan nubes y claros. A Séydoux le interesa más hablar de cine que de sí misma. Su equipo ha puesto como condición que el periodista que acudiera a entrevistarla hubiera visto sus dos últimos estrenos: Dune 2, donde interpreta un breve y memorable papel -Lady Margot, miembro del orden matriarcal de Bene Gesserit-, y La bestia, adaptación libérrima de la novela de Henry James donde interpreta a una mujer sometida a la hecatombe del amor en tres momentos difíciles de su historia: 1910, 2014 y 2044. Son los últimos frutos de una trayectoria meteórica que la llevó, en tiempo récord, de mostrar sus pechos en un anuncio de American Apparel -uno de sus primeros trabajos como modelo- a ganar una Palma de Oro con La vida de Adèle y convertirse en la chica Bond junto a Daniel Craig en dos ocasiones distintas. Y, de ahí, al estrellato...

En las distancias cortas, a la actriz francesa parece gustarle más preguntar que responder. "¿Es más bonito Madrid o Barcelona?", indaga Seydoux. La pregunta no es casual: a finales de mayo asistirá a la presentación de la nueva colección crucero de Louis Vuitton, marca de la que es imagen desde 2016, en el Park Güell de la capital catalana. No es su única actualidad. Tras rodar con cineastas como Quentin Tarantino, Woody Allen, Wes Anderson, David Cronenberg o Yorgos Lanthimos, la actriz ha inaugurado el Festival de Cannes con Le deuxième acte, la nueva comedia absurda de Quentin Dupieux, y se prepara para rodar Separate Rooms a las órdenes de Luca Guadagnino y con Josh O'Connor, el actor de moda, como protagonista.

Antes de empezar, le enseñamos la portada de S Moda que protagonizó hace casi 12 años. Seydoux observa fascinada su rostro en la cubierta. Entonces llevaba el pelo corto y azul porque estaba rodando La vida de Adèle. Esa película, drama lésbico que narraba sin concesiones los desgarros del paso a la vida adulta, lo cambió todo para la actriz. Por una parte, le confirió la fama internacional, lo que la propulsó hasta Hollywood. Por la otra, fue una experiencia dolorosa de la que no le apetece seguir hablando una década después, por el "acoso moral al que la sometió el director Abdellatif Kechiche y por las duras condiciones de rodaje de las escenas de sexo, en las que no sintió respetada su integridad. Tanto ella como la otra protagonista, Adéle Exarchopoulos, lo denunciaron en público. Entonces tenían 27 y 19 años, respectivamente. Sucedió tres años antes del Metoo.

P.- ¿La vida de Adèle es una especie de trauma?

R.- Durante años soñé con Kechiche. Fue una situación increíblemente difícil, de acoso moral. pero no sé si fue un trauma. De niña, viví ciertas cosas que hicieron que estuviera bien armada para la vida adulta. Este trabajo es maravilloso, pero también es muy duro, sobre todo si quieres perdurar. Es un oficio que te fragiliza y para el que tienes que estar psicológicamente preparado.

P.- ¿Fue esa película un antes y un después?

R.- Sí, lo cambió todo. Y, a la vez, lo recuerdo como una progresión lenta, más que como un ascenso que llegó de golpe. Siento que sigo siendo la misma que en esos tiempos. Si hoy me volviera a hacer las preguntas que me hizo hace 12 años, mis respuestas serían casi idénticas. Soy la misma, solo que con un poco más de experiencia

p.- ¿Por que cree que le ha ido tan bien desde entonces? Otras actrices europeas lo intentaron en Hollywood y no acabó de funcionar.

R.- Me gusta que me llamen actriz europea. Me siento una actriz europea... Hay personas que ven Hollywood como el único objetivo posible para un autor. No es mi caso. Soy bastante inconformista. No quiero doblegarme ni formatearme. No quiero someterme totalmente al sistema. Aunque les siga el juego y acepte hacer promoción y fotos, hay un lugar de resistencia en mí. No quiero que el éxito sea algo alienante. Quiero mantener el control.

P.- Es imagen de Louis Vuitton desde hace ocho años. ¿Por qué escogió ser el rostro de sa marca y no de otra?

R.- Nicolas Ghesquière, su director artístico, ha reinventado la imagen de la mujer actual. Es una mujer que no es un objeto, que no está sujeta a las fantasías del hombre. Lo que diseña Ghesquière refleja una mezcla de vanguardia y romanticismo. El pasado y el futuro que se unen. Me reconozco en ese espíritu...

Álex Vicente. Smoda. El País, 17 de mayo de 2024

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