El Novato ¿Por qué, cuando se es niño, nos hacemos amigos de unos y no de otros? ¿Por afinidad, por casualidad, por elección a la segunda tras el rechazo de la primera selección, porque no hay más remedio ya que no quedaban otros a los que acudir? Puede parecer una chorrada, pero la situación, sobre todo cuando se cambia de colegio, puede marcar el devenir infantil y, con ello, la conquista de la madurez posterior. Un peligroso, terrorífico , apasionante lugar al que se ha dirigido el francés Rudi Rosenberg, hasta ahora actor, aquí director debutante, en El Novato, estupenda radiografía del tembleque que a algunos les supone el cambio de amigos en plena pubertad. Con una exquisita puesta en escena, ágil y sin grandielocuencias, Rosenberg huye de las relaciones con los padres, aquí invisibles, y con los profesores, apenas unos pánfilos que aparecen por el encuadre muy de vez en cuando y enterándose de más bien poco. Fija su objetivo en los rostros, en las reacciones, en las tristezas y las carcajadas de unos críos inmersos en la batalla cotidiana de la sociedad colegial. Una comunidad como todas, con una aristocracia con personalidad adquirida que se apoya como grupo, un pueblo llano que lucha por subir en el escalafón y un grupúsculo encargado de maltratar a cualquiera que se cruce en su camino. El dibujo, repleto de humor y ternura, es imponente y sin necesidad de rehuir problemáticas de las que es complicado salir con vida en esos términos, caso de los chavales con alguna minusvalía o el tratamiento del sexo, esencial en su descubrimiento a golpe de brochazos a los 14 años. Con sus virtudes y sus defectos, y evitando el arquetipo de buenos y malos, aunque los haya, los defenestrados que acaban haciendo pandilla propia nos rodearon o fuimos nosotros mismos años ha. Porque por ahí hemos pasado todos y también nos reímos y lloramos.
J. O. El País, viernes 8 de abril de 2016
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