El calado de las películas que no alardean de nada, y lo tienen todo, es distinto del de las grandes obras. Sin que te des cuenta, durante el transcurso del viaje apareces metido en el relato. Una de esas películas es El juez, noveno largo metraje del veterano Christian Vincent, poseedora de la extraña fascinación de la naturalidad, de la complicadísima honestidad de estar contándote la vida. La película no parece ir más allá de un sencillo drama ambientado en un tribunal: el presunto infanticidio de un bebé por parte de su padre. Sin embargo, articulado de un modo cercano al documental, sin frases pomposas ni interrogatorios espectaculares, va penetrando como un relato contado al oído, en susurros de tragedia. Y como en 12 hombres sin piedad, en los descansos para las comidas, en las conversaciones entre los miembros del jurado y los funcionarios del tribunal, también se va filtrando un concepto sobre la sociedad y los sentimientos. Y he ahí el gran misterio, el de la existencia. De modo que cuando en un momento, entre el hastío y el nervio de los móviles se cuela, Les passants, poema de Antoine Pol reelaborado en forma de canción por Georges Brassens, la historia acaba por explosionar con uno de sus grandes temas: la bendita posibilidad de enamorarte de una persona sin conocerla.
J.O. El País, viernes, 8 de abril de 2016
El juez. Dirección: Christian Vincent. Intérpretes: Fabrice Luchini, Sidse Babett Knudsen, Miss Ming, Berenice Sang. Género: drama. Francia 2015
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