Que el humorista, actor y monologuista francés Kheiron, ahora tamnién guionista y director de cine, y la novelista gráfica, guionista y directora irani afincada en Francia, Marjane Satrapi hayan contado prácticamente la misma historia en la película del debut del primero, O los tres o ninguno, y en la asimismo ópera prima de la segunda, Persépolis (2007), solo significa que sus orígenes y sus objetivos eran semejantes. Porque, aunque sus tonos también sean casi exactos, no puede haber obras más distantes que en principio se parezcan tanto. Ambos cuentan el tortuoso paso de Irán desde la tiranía del sha Reza Pahlevi a la revolución islámica del ayatola Jomeini, centrándose en una familia de convicciones fundamentalmente democráticas que debe purgar con algunos de sus miembros en la cárcel. Y ambos con corte autobiográfico, Satrapi, de sí misma, Kheiron, de sus padres, lo hacen huyendo del drama directo y sin concesiones. Sin embargo, mientras la película de Satrapi, y su novela gráfica original, alcanzaban una enorme transcendencia, rigurosidad y complejidad emocional, moral y social. envuelta en sus sencillos dibujos, la de Kheiron en otra superficial fábula histórica con la familia como microcosmos. Una película agradable destinada fundamentalmente a ese público de mayorías poco buscador del contraste, el aguijón y el análisis, aunque sea a través de la sonrisa, que se ha unido en la globalización del recorte político melodrámatico a través de obras audiovisuales de la que la española Cuéntame es nuestro ejemplo más cercano. Todo ello olvidando que una de las obras fundacionales en la metodología, la magnífica serie estadouniense Aquellos maravillosos años, era un vivo retrato del dolor y el humor de una época de agudos desequilibrios en una tierra de abiertas contradicciones. Algo que O los tres o ninguno, película, eso sí, más plácida que molesta, nunca consigue con su un tanto forzada simpatía y su huidiza observación.
Javier Ocaña. El País, viernes 25 de marzo de 2016
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