Emprendimos el viaje desde Galicia hacia las siete de la tarde del miércoles, hora en que mi joven acompañante finalizaba su trabajo. Pronto apareció la luna, farol de oro manchado que fue ganando en intensidad a medida que nos guiaba a Benavente donde pasamos la noche. Y con la luna de nuevo, ahora en la voz de Caetano Veloso, llegamos a Cuenca a la hora de comer. Nuestro hotel, un antiguo convento en una casa colgada, nos hizo subir a la parte alta de la ciudad (no quiero ni imaginar si hubiese tenido que hacerlo yo con mi coche). El casco antiguo conserva su estructura medieval, calles estrechas en pendiente repletas de gente. Primera prueba superada con nota por mi acompañante, mi chófer, mi todo en esta experiencia. Sin embargo pronto surgió un pequeño incidente que pudo haber chafado el programa. Al regresar de aparcar el coche, I torció un pie en un desnivel del suelo empedrado. Le dolía poco y quiso seguir con nuestra primera visita a la ciudad. La comida, en uno de los bares de la Plaza Mayor, otro desastre que compensamos con unos mojitos en una de las terrazas naturales que se abren sobre el Júcar. A las cuatro y media empezaba la procesión de la Virgen de la Luz que debía atravesar la ciudad, toda la parte baja y por la Puerta de Valencia iniciar el ascenso hasta la Plaza Mayor. Fuimos tomando posiciones acercándonos a esa Puerta para llegar al Auditorio donde empezaría el concierto a las 8 h 30. Lo que no sabíamos es lo que duran las procesiones en Cuenca. Eran las 8 y todavía faltaba la última cofradía pos desfilar, la más austera, la de la Dolorosa, con los nazarenos de riguroso negro y a los que tuvimos que sortear, conteniendo la risa, para poder asistir al concierto al que llegamos corriendo. Para entonces el dolor del pie había aumentado considerablemente.
!Qué puedo decir yo que no se haya dicho ya a próposito de la Misa en si menor de Juan Sebatián Bach! Para Alejo Carpentier, según destaca el programa del concierto: "La Misa en si de Juan Sebastián Bach, cuyo segundo kirie es acaso, para mí, una de las pocas cosas en el mundo que puedan merecer totalmente el peligroso calificativo de sublime". Las circunstancias no fueron las mejores para disfrutar del privilegio de oír y ver a Les Arts Florissants, uno de los conjuntos más reconocidos de la música barroca. Mentiría si les dijera que me deje llevar por la emoción que me produce Bach, asi como por el sentimiento que tan bien expresa Cioran: "Si Dios existiera, Bach sería la mejor prueba de ello". Mi preocupación por el pie enfermo ahogó la magia del momento. Dejo pues un hilo suelto en Cuenca para volver y conmoverme con su música, el alma serena. Finalizado el concierto las cosas empezaron a mejorar. Fuimos a urgencias del Sescam (Servicio de Salud de Castilla-La Mancha) donde nos atendieron muy amablemente. Una radiografía, un pequeño esguince, una venda de sujeción y reposo. Mientras esperábamos I. me comunicó que, aunque no le gusta ese tipo de música, el concierto le había impresionado. Aún no le gusta, porque no la frecuenta, espero que algún día la viva, la sienta. Eso sí, se había fijado en los calcetines rojos del director, el gran Willian Christie, que destacaban en sus zapatos negros de charol. Christie, en declaraciones a El Mundo, martes 22 de marzo, afirma que :"La música antigua puede ser nueva hoy."... "No tengo que hacer música de una manera particular para intentar atraer a la gente joven".
Museo de Arte Abstracto Español. Cuenca |
Los dos días siguientes fueron más tranquilos y transcurrieron como previsto. I. descansó en el hotel la mañana del viernes mientras yo recorría la ciudad de arriba a abajo y de abajo a arriba por las dos caras que se corresponden a los dos ríos, la de las casas colgadas sobre el Huéscar y la que lleva a la Ciudad Encantada sobre el Júcar. Salí temprano, la ciudad me obsequió con sus vistas sobre paisajes únicos, sus rocas, sus farallones, sus palacios e iglesias, todo envuelto en la luz tímida de la mañana y en una vegetación floreciendo o a punto de florecer. Bajando hacia el Huéscar tras la catedral descubrí la ruta de los museos. El mismo recorrido que haría la mañana siguiente ya con I. restablecida. Juntas visitamos la catedral y el museo de Arte Abstracto Español, una muy agradable sorpresa, tanto por el lugar donde esta instalado como su rica colección. Se percibe el mimo con que lo mantiene la Fundación March. Por el contrario la Casa Zavala que acoge la Fundación Antonio Saura, en la plaza de San Nicolás, mirando al Júcar, permaneció cerrada ante unos cuantos visitantes que acudimos puntuales a las 10 como indicaba la oficina de turismo. Un paseo a la Ciudad Encantada la tarde del sábado y la solemne procesión nocturna del Santo Entierro, que salió de la catedral cruzando la Plaza Mayor abarrotada, en un silencio que se hacía oír, cerraron nuestro ortodoxo programa viajero.
Si alguna vez van a Cuenca en Semana Santa infórmense bien de los horarios y recorridos de las procesiones. Corren el riesgo de quedar atrapados por ellas. En nuestro caso, lo vivimos tres veces: para ir al concierto, al regresar en taxi del hospital (nos salvó un taxista atentísimo que negoció por tf, con la policía) y al salir el domingo de la ciudad, bien de mañana, nos encontramos con unos nazarenos, esta vez de blanco y azul, cerrando el paso a la puerta de Valencia. Salimos por las alturas dando un rodeo por la carretera que baja a la hoz del Huéscar. Cuenca atrapa....
Carmen.Glez.Teixeira
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