Retrato de Julian van Schnabel. © Musée d’Orsay / Sophie Crépy-Boegly. |
Julian van Schnabel (Nueva York, 1951), descendiente de Duccio, Giotto y Goya -según la distorsionada visión que el artista tiene de sí mismo- y heredero cultural de Vincent van Gogh, hace una cuantas semanas, llegó a la antigua estación de tren cargado con sus decrépitos cuadros saturados de pústulas de porcelana. Con su esposa, la diseñadora Louise Kugelberg, se dispuso a rebuscar en los fondos de la pinacoteca para hacer una selección de obras de Cézanne, Latour, Gauguin, Courbet, Duran, Toulouse Lautrec, Van Gogh, Ribot y Monet, que debía combinar con otras 12 de su firma. De estas últimas al menos cinco son propiedad de su galerista, el suizo Bruno Bischofberger.
Orsay visto por Julian Schnabel no es una lectura personal de la pintura del siglo XIX francés, sino un deleznable autobombo, que retumba ya desde sus primeras obras...
Donatien Grau, director del departamento de arte contemporáneo del Museo de Orsay, explica las razones de su encargo a Schnabel: "Él pasó muchas horas en estas salas para hacer su película sobre los últimos años de la vida de Van Gogh (At Eternity's Gate, presentada en el último Festival de Cine de Venecia), así que consideré necesario y legítimo invitarle aquí a hacer algo. El resultado es una polifonía". De acuerdo, pero una polifonía que tiene el guión de su propia vanidad, una desgracia museística de la que solo le agradeceremos el haber sacado a la luz un raro cézanne, La femme étranglée (la mujer estrangulada, 1876)...
Ángela Molina. Babelia. El País, sábado 1 de diciembre de 2018.
No hay comentarios:
Publicar un comentario