Le Corbusier |
Roquebrune-Cap-Martin, el arquitecto clave del siglo XX tenía 78 años. Era viudo. Dedicaba su tiempo a pintar y entre las pocas cosas que guardaba en su Cabanon estaba el ejemplar del El Quijote que siempre llevaba consigo forrado con el pelo de su amado schnauzer, Pinceau.
Cada vez que una biografía -Le Corbusier lui-même, de Jean Petit (1970), Le Corbusier, Secret, de Tim Benton (2013), o incluso Modern Man: The Life of Le corbusier, Architect of Tomorrow, de Anthony Flint (2014)- ha cuestionado la imagen del gran arquitecto, su fundación ha respondido igual: se pueden consultar las cartas y todos los materiales. La biografía de Jean-Louis Cohen Vida y obra de Le Corbusier (Gustavo Gili), que ahora ve la luz en español, es una recopilación sintética de datos personales, en su mayoría, procedentes de esa correspondencia que ni elogia ni denuncia al arquitecto más influyente del siglo pasado: lo dibuja como un ser humano contradictorio, poco escrupuloso y obsesionado por construir. Así, por sus páginas desfilan los ya conocidos Le Corbusier antisemita, fascista, amigo del comunismo ruso, crítico con el mismo régimen y mujeriego que ya descubrieron tantos volúmenes.
Así, ¿qué aporta esta nueva traducción además de la versión española? La síntesis y los hechos. Casi podría tratarse de una autobiografía involuntaria, porque el libro se basa en frases extraídas de las más de 7.000 cartas que el arquitecto envió, fundamentalmente a su madre.
Para Cohen, Le Corbusier se hizo con el imperativo de Nietzsche "Llega a ser quien eres", probando cualquier versión de sí mismo. Por eso el seguimiento a un maestro y su posterior cuestionamiento, dibujan sus vaivenes académicos. Duda de L'Eplattenier -que descubrió su vocación y lo envió a viajar- cuando ve en sus gustos "un no sé qué de sagrado e inalcanzable". "De las cosas que se aprenden no me ha enseñado nada", contó a sus padres...
Si la biografía de Flint comenzaba con el arquitecto suizo retozando con Josephine Baker en un camarote del Lutetia, Cohen indaga en la cualidad de superviviente y oportunista del creador apasionado y obsesivo que denuncia en los demás acciones que él mismo emprende y que no duda en ponerse al servicio de cualquier poder para tratar de transformar la arquitectura. Asi, entre la ingenuidad, el cinismo, la seducción y la aventura, Le Corbusier recorrió el mundo tratando de reinventar el urbanismo. Por eso, seguramente hoy la ceguera que lleva a trabajar para cualquier cliente y la sumisión de hacerlo al margen de unas mínimas condiciones laborales forman parte de su herencia tanto como de la voluntad de mantener la vegetación en las urbes o la ciudad vertical apoyada en pilotes que son sus Unité d'Habitation...
Anatxu Zabalbeascoa. Madrid. El País, viernes 7 de diciembre de 2018
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