sábado, 22 de diciembre de 2018

El legado de Marlon Brando


The Brando en lel atolón Tetiaroa
En 1960 el actor estadounidense sobrevoló el océano Pacífico en busca de escenarios donde rodar la mítica Rebelión a bordo. No lo encontró, pero en aquel viaje su destino quedó unido para siempre al atolón de Tetiaroa.  Puede que Marlon Brando no fuera consciente a finales de los años 60, cuando se decidió a comprar este prístino atolón a un dentista canadiense por poco más de 200.000 dólares, de la valiosa herencia que iba a donar al mundo. Ubicado al norte de la principal isla de la Polinesia Francesa, Tahití, el atolón de Tetiaroa está compuesto por unas doce islas, o motus, como se les conoce aquí. De ellas solo es posible habitar una (las otras once son propiedad de las aves y las criaturas marinas). Bajo está premisa se creó The Brando, uno de los eco resorts de lujo más deseados del mundo que comparte terreno y objetivo con un laboratorio de investigación científica, la Tetiaroa Society, para desarrollar medidas de sostenibilidad que cambien el concepto de la hotelería mundial.
Este es el legado que el actor dejaba no solo a la Polinesia, sino al mundo. Consciente de lo que sucedería cuando ya no estuviera cerca, Brando puso el atolón en un fideicomiso para garantizar su preservación para la posteridad. Así lo está gestionando su familia, que no solo continua velando por el bienestar de estas doce islas del Pacífico, sino que ha iniciado un proyecto que engloba tanto el actual The Brando, como a toda una red de investigación ecológica y marina que nace aquí, pero que espera extenderse -y sobre todo concienciar- al resto del planeta. No es necesario aterrizar en Tetiaroa para comenzar a deleitarse con el paraíso, ya que el festival de formas y colores que dibujan sus más de doce islas se empieza a disfrutar desde el aire, en el pequeño avión de Air Tetiaroa que acerca a los huéspedes desde Tahití a The Brando en un vuelo privado de aproximadamente 20  minutos. Es la más bella maniobra de aproximación  de lo que nos espera en tierra firme. Es el azul más bello que pueda contemplarse.
Durante casi 50 años, Tetiaroa fue el paraíso de Marlon Brando y, antes que suyo, este atolón también lo fue para la familia real polinesia, como así lo muestran los numerosos restos arqueológicos encontrados en algunas de las islas. En una de ellas se cree que era donde la dinastía Pomare (siglos XVIII y XIX) enterraban sus tesoros, ya que nadie tenía permitido pisarla. Hoy por hoy su estado de conservación es excepcional: es la prueba fehaciente del daño que ha ocasionado la mano del hombre  en la naturaleza allí donde ha intervenido. Por eso salvo biólogos autorizados sigue sin poderse acceder a ella. Gracias a medidas como ésta, la isla cuenta con especies únicas de aves que campan a sus anchas batiendo sus alas en total libertad. "Los humanos no están pero el maná permanece", nos cuenta Marie, la bióloga que acompaña a los huéspedes en barco por la laguna...
LorenaG. Díaz. El Mundo, 27 de noviembre de 2018

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