Francia siempre se ha reivindicado, con la modestia conocida, como responsable del descubrimiento de El Greco a mediados del siglo XIX, cuando el rey Luis Felipe creó la galería de pintura española en el Louvre, en la que figuran nueve obras del pintor cretense. Desde estas salas fascinaría a os hombres de la época, como Baudelaire o Delacroix. Manet viajó hasta Toledo para exponer su retina a esos colores eléctricos, mientras que Cézanne lo convirtió en su comendador particular y llego a copiar su Dama del armiño como homenaje. Más tarde sus enigmáticas composiciones causaron sensación en el Salón de Otoño que se celebró en 1908 en el Grand Palais, seis años después de la gran muestra que le dedicó El prado.
Más de un siglo después, el artista anteriormente conocido como Doménikos Theotokópulos (15411614) regresará al escenario de esa consagración parisiense. El Grand Palais inaugura el miércoles una de las mayores exposiciones dedicadas al pintor de la historia, con 69 obras del Greco sobre 73 préstamos. No alcanzan a los más de 100 que concentró la muestra en el Museo de Santa Cruz (Toledo) en 2014, en el cuarto centenario de su nacimiento. Pero esta retrospectiva destaca por la calidad de sus lienzos y el nivel de las tesis , a cargo del comisario Guillsume Kientz, que hasta enero ejerció de jefe de Pintura española en el Louvre, coproductor de la muestra, antes de ser nombrado conservador en el Kimbell Art Museum de Fort Worth (Texas). La principal idea es que la obra del Greco parece contener el código fuente de la modernidad: su repetición obsesiva de unos mismos motivos, en un afán perfeccionista e insaciable, tendrá una influencia indudable en los lenguajes pictóricos del siglo XX, del impresionismo al pop art...
Álex Vicente. París. El País, lunes 14 de octubre de 2019
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