Fotograma de La verdad |
La película cuenta la visita de una hija (Binoche) a su madre (Deneuve). La segunda es una gran diva que acaba de publicar sus memorias (todo mentira) y la primera es simplemente la hija de la diva. Mientras ocurre el encuentro que también es desencuentro, la otoñal intérprete trabaja en una película de ciencia-ficción que reflexiona entre otras cosas sobre el tiempo que pasa. Y nos traspasa. Algo así como Interstellar pero en francés. Lo que sigue no solo es una película con una película dentro, ni una vida con otras tantas mil vidas en su interior, ni siquiera un amor filial preñado de todas las reconciliaciones y rencores inimaginables. Es todo eso y algo más, tan indefinible como evidente, que tiene que ver con asuntos tales como la belleza transparente de una magnífica mentira (el cine, el arte...) que no puede ser más que verdad...
Cada una de las contundentes respuestas del personaje de Deneuve desarma. Cada inflexión de su voz conmueve. Y todo para dejar en apenas un chasquido de labios de Binoche la respuesta a la pregunta que le formula su hija pequeña sobre si se puede o no mentir... La película trata de actores y de cómo su trabajo se filtra en la vida. Pero el recorrido de la reflexión es hacia fuera, hacia el sentido de la mirada misma. Y aquí, en efecto, estamos todos.
Lo dicho. Kore-eda no se acaba nunca. Ni en Japón ni en Francia. De otro modo, un inmejorable arranque de festival.
Luis Martínez. El Mundo, jueves 29 de agosto
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