martes, 1 de octubre de 2019

Boldini, entre Proust y Paganini

Retrato de señora de Boldini
Nunca antes se había celebrado en España una retrospectiva sobre la elegante, amable y excelente pintura de Giovanni Boldini (Ferrara, 1842-París,1931). Una carencia que suple la Fundación Mapfre, que con una muestra inédita descubre a través de un centenar largo de piezas el trabajo del maestro que retrató el espíritu despreocupado de la belle époque. Relaciona la obra del italiano (menospreciado por su desenfadado y preciosista estilo tan del gusto burgués, pero que vuelve a estar de moda )con colegas españoles que convivieron con él en París como Madrazo,  Fortuny, Zamacios, Casas, Sorolla o Zuloaga.
Con sus retratos de melancólicas y sofisticadas damas en suntuosos salones, de aristócratas, mecenas y potentados en los cafés y paisajes urbanos  del aquel París bullicioso feliz, "fue el pintor italiano más influyente y prolífico  de la segunda mitad del siglo XIX en la capital francesa". Lo asegura Francesca Dini, comisaria junto a la española Leyre Bozal de una muestra que estará en cartel hasta enero.
La especialista italiana, responsable del catálogo razonado de Boldini, se felicita de la cambiante suerte crítica del artista, que ha dado un giro sustancial en los últimos años. Sin complejos, sitúa a Boldini  entre Marcel Proust y Nicolo Paganini. "Su esplendorosa técnica y su don de la perfección le convierten en el Paganini de la pintura, mientras que su temática le aproxima a Marcel Proust, con quien iba al teatro, rememora."Como el escritor, Boldini interpreta la sociedad decadente en busca de un tiempo perdido y lo fija en sus pinturas", asegura la experta. Para la comisaria, la obra de Boldini es la demostración de que "el pasado no es un tiempo que puede ser  recobrado a través de la literatura y el arte", tal como escribió Proust en El tiempo recobrado, el último volumen de En busca del tiempo perdido. (...)
Instalado en París en 1871 Boldini fue uno de los primeros pintores de Montmartre, el barrio que acogería a la bohemia nacional e internacional. Pero Boldini no fue ni quiso ser jamás bohemio "y está en las antípodas de esa manera de vivir y de pintar". Apodado The Little Italian, quería vivir dignamente de su trabajo y no ser ni siervo ni cortesano ni bufón, ni ser considerado un artista loco.
Un planteamiento moderno y antitético de la figura del artista típico del cambio de siglo. Una manera de ser pintor que comparte con varios de sus colegas españoles a la busca de la fortuna  plástica en el efervescente París de la belle époque. Todos los "antibohemios" reflejaron a través de su obra y su modo de vida una imagen de si mismos que se aleja del pintor bohemio por antonomasia. Integrados en la sociedad parisina cosmopolita y elegante de su tiempo, trabajaron para los grandes marchantes como Adolph Goupil  que tranformó el poder de la imagen vendiendo cuadros en pequeño y medio formato con escenas amables y a menudo pintorescas que hacen las delicias de la burguesía  y la nueva clase en alza. 
Miguel Lorenci. Madrid. La Voz de Galicia, martes 17 de septiembre

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