viernes, 29 de mayo de 2020

El "bolero" de Béjart: hasta las costillas bailan

Jorge Donn en El Bolero de Ravel
Una coreografía que empieza con un brazo iluminado en escena y poco a poco, paralelamente a la partitura, va añadiendo distintos elementos del cuerpo del bailarín. Maurice Béjart creó su célebre Bolero en 1961 para el bailarín Duska Sifnios, pero este baile se ha quedado en la retina del espectador gracias a la interpretación de Jorge Donn, quien lo bailó por primera vez en 1979.
En la coreografía de Béjart, el ritmo de la música es acentuado por un grupo masculino que, alrededor de una enorme mesa, enfatiza desde la penumbra la tántrica actuación del solista, que a su vez da cuerpo a la melodía de Ravel. A lo largo de la obra, el espectador se llega a sentir uno más de los que rodean la gran plataforma para adorar al solista. Mucho se ha hablado de la personalidad de Jorge Donn pero poco de su técnica, precisamente porque en sus grandes papeles, los que le hicieron famoso -Nijinsky, clown de Dios entre ellos-  lo que impresionaba al público eran sus manos grandes y expresivas, su rostro anguloso y un cuello que parecía alargarse todavía más para contemplar con detalle al espectador. Pero Donn tenía un precioso salto y un giro limpísimo, además de unas posiciones de piernas que deslumbraban en las distancias cortas.
En Bolero, no necesitaba desplegar todo su arsenal técnico: lo que este solo requiere es una gran personalidad escénica ya que el peso de la obra recae enteramente sobre él. Se recuerdan las interpretaciones de Maya Plisétskaya, de Sylvye Guillem, de José Carlos Martínez... La española Elisabet Ros lo baila actualmente en el Béjart Ballet Lausanne desde 1998, alternándose en tan emblemático papel con Julien Favresu. En esta pieza, Béjart juega con la simplicidad  de vestuario habitual de sus obras, dando una especial libertad expresiva al torso que por quedar al descubierto"roba la luz"  y enfatiza las flexiones de muñecas y codos que el coreógrafo tomó prestadas de las danzas orientales. En esta pieza, hasta las costillas del bailarín parecen hablar.

Elena Matamoros. El Cultural. El Mundo, 25 de mayo de 2020



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