Pascal Comelade |
Pascal Comelada (Montpellier, 1955), al otro lado del teléfono desde Céret, la capital de las cerezas entre Perpiñán y Figueras, acepta un poco a regañadientes lo de "hombre de pocas palabras", pero no se considera en absoluto tímido o introvertido. "¡Si no no subiría a un escenario!" asegura. "Lo que pasa es que nunca me ha gustado ser filmado, grabado o fotografiado. Odio las entrevistas. Yo no tengo nada que ver con un actor de cine o un cantante. Sólo soy un compositor de música instrumental, nada más".
Esa alergia a ser capturado es lo que hace que Constelación Camelade que se estrena dentro del Festival Docs (que comienza hoy y se celebra hasta el 31 de mayo en Filmin), tenga especial favor. Otras no ha conseguido que Comelade se abra en canal y), cuente intimidades, pero sí le ha filmado en el estudio de la grabación (repasando concienzudamente nota tras nota), en el escenario desatado (hay un concierto verbenero en el que acaba asestando golpes de kárate al piano) y en su casa-estudio llena de dibujos de trazo fanzinero a lo Raymond Pettibon de algunos de sus grupos favoritos como The Cramps o MC5.
Resulta difícil calibrar la enorme influencia que ha tenido Camelade en la música de de las últimas décadas. Ha hecho de todo como y cuando ha querido: experimental, electrónica, rock, cobla y sardana modernas ("Me encante el folclore polvoriento", confiesa), montó una orquesta, la Bel Canto, con instrumentos de juguete... Albert Pla, Yann Tiersen y Cathy Claret, por citar tres artistas muy cercanos a su órbita, no serían lo mismo sin él. Pese a todo, Comelade insiste en quitarse importancia. "Para mí las cosas han de ser lo más sencillas posible. Subir al escenario, hacer mi trabajo y después irme a casa. Intento hacer todo eso con el mayor respeto y cariño por el público. Nada más".
Leticia Blanco, Barcelona. El Mundo, martes 19 de mayo de 2020
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