La abadía de Neumünster |
Para hacerse una idea de la compleja armonía de la ciudad, lo mejor es empezar en la plaza de la Constitución, donde una Victoria dorada recuerda desde 1923 a los héroes de todas las guerras. A los pies del mirador se abre el valle de la Pétrusse, que enlaza con el cañón del río Alzette. A su espalda, con solo cruzar la calle se llega a la catedral, más interesante por dento que por fuera; en su cripta está el panteón ducal, con algunos nichos inquietantes a estrenar. Desde el templo gótico se llega a dos plazas geminadas: la de Armas, el salón de la ciudad; y la plaza Guillaume II, donde está la oficina de turismo y en la que se monta un colorido mercado los miércoles y sábados por la mañana. La Rue de la Reine lleva al palacio Gran Ducal de trza renacentista y visitable, con la Cámara de Diputados recostada en una de sus esquinas.
Todo queda apretado en esta Ville Haute/la ciudad alta que, junto con el sistema formidable de defensas, fue declarada patrimonio mundial y donde los rótulos de las calles y monumentos alternan las tres lenguas oficiales: francés, alemán y luxemburgués. Detrás del Palacio gran Ducal, se alza el Museo Nacional de Historia y Arte y, un poco más abajo, el Lëtzebuerg City Museum. El Lëtzebuerg ha estrenado un macroascensor de cristal que atraviesa por el interior del edificio, los diversos estratos que han ido formando la ciudad; desde la pura roca prehistórica hasta el actual empedrado. Los elevadores son piezas claves en esta urbe , que parece más bien un bloque de pisos, aparte de éste del museo hay otros dos ascensores públicos, uno de ellos panorámico y un funicular. A partir de marzo de 2020 todos loa transportes y elevadores públicos serán gratuitos...
Debajo de la Corniche, asomadas al río, se imponen la aguja y los tejados de pizarra de la antigua abadía benedictina de Neumënster, convertida en activo centro cultural. Junto a ella , la iglesia de San Juan alberga el Museo de Historia Natural, que cuida algunos de los huertos urbanos que se escalonan por esta ribera. El zócalo rocoso de la Corniche está convertido en un queso emmental, horadado por casamatas que suman 23 kilómetros de galerías; solo Gibraltar o Nápoles poseen un termitero militar comparable.
Desde las riberas de Clausen y Pfaffental ( así se llaman los barrios ribereños) se puede subir con un reciente funicular a Kirchberg, el distrito europeo. Cuyo ommbligo es la Place de L'Europe, diseñada por Ricardo Bofill en 2004. En torno a ella siguen creciendo como setas flamantes edificios de cristal. Entre ellos, el icónico museo de arte moderno MUDAM, firmado por I,M.Pei, el arquitecto de las pirámides del Louvre. En esta zona se encuentra la Secretaría General del Parlamento Europeo, el Tribunal de Justicia de la UE y diversas comisiones , auditorías o bancos comunitarios. Robert Schuman - no el el compositor romántico, sino el padre de la Europa Unida - nació abajo en el barrio de Clausen. Otro de los edificios emblemáticos de la zona es la Philarmonie, del premio Pritzker de arquitectura Christian de Portzamparc, una auditorio blanco, rutilante que acoge conciertos y un buen restaurante...
Carlos Pascual. El viajero. El País, 19 de octubre de 2019
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