domingo, 10 de mayo de 2020

La vida con mascarilla

Un aluvión de palabras llegaron con el coronavirus. Palabras escritas y habladas. Editoriales, columnas, tribunas, discursos, diarios, ensayos, novelas, poemas. Palabras, palabras.  Algunas inesperadas que soltaban a veces los expertos en sus tan incesantes como atropellados discursos A todos nos ha sorprendido alguna. Por ejemplo, en uno de esos decálogos de  normas y horarios que se nos impusieron: "Podrá salir usted con su conviviente" escuché decir a uno de los ministros intervinientes. Nacieron palabras nuevas como desescalada  y lo que viene después, la nueva normalidad. Ni nueva, ni buena dice Iñaki Gil, corresponsal de El mundo en París.(El Mundo, 6-5-2020). Una palabra que no le gusta nada. "Para empezar no es nueva, ya se usó en la crisis económica de 2007 y ¿cómo se puede volver a un estado que es  nuevo? ¿Cómo se puede considerar normal un tiempo  de incomodidades y restricciones de libertad?  La vida con mascarilla".
Ayer mismo comprobé estas acertadas palabras del corresponsal. Primera cita en la peluquería después de dos meses largos. No puedo compartir el coche con la amiga con la voy  casi siempre. Va su hijo. Somos tres y solo pueden compartir coche dos. Hemos tenido suerte. Somos de las primeras en ser atendidas de una lista de 300 que se extiende hasta finales de junio. Se nos pidió extrema puntualidad. Entramos las dos en el segundo turno por lo que hay que esperar que salgan dos del primer turno. Su hijo tendrá que quedarse dentro del coche, al menos 1 hora. El local es muy amplio pero solo atienden a cuatro personas a la vez. Cuatro que en este caso solo nos vemos dos. Todo esta perfectamente estudiado para cumplir las normas impuestas. Felicito a A., el peluquero por la premura en abrir sin que falte ni un detalle de lo que hay que cumplir. "Desde el principio del confinamiento me dedique a estudiar en internet lo que podía venir en relación con mi trabajo y lo mismo hice con la compra del material". Eso se llama previsión y excelencia profesional. ¿Ocurrirá lo mismo en las otras peluquerías, casi todas en locales mucho más pequeños en los que resulta imposible la distancia social requerida?  Y en cuanto a las mascarillas, las tres peluqueras y el peluquero y las cuatro clientes, los ocho con ellas puestas. Mientras esperaba el tiempo que necesita el tratamiento de mi pelo frente al espejo comprendí que las cosa habían cambiado para mal. La mujer europea del siglo XXI que soy cruzó su mirada con una extraña que la observaba en el espejo, envuelta en ropajes oscuros, una capa larga y otra más corta de celulosa, mascarilla hasta los ojos, una toalla negra, envolviendo su cabeza, caía sobre sus hombros. Me costó unos segundos aceptar que aquella extraña no era otra sino yo misma...


Michel Houellebec  envió una carta a France Inter, que hizo pública el "Corriere della Sera" el 4 de mayo, en la que responde a algunos escritores  con los que comparte la visión de esta crisis: "No creo ni medio segundo en las declaraciones del tipo " ya nada será como antes". Al contrario todo seguirá siendo igual", afirma el autor de  El Mapa y el Territorio, precisando un poco después, "no nos despertaremos, después del confinamiento, en un mundo nuevo, será el mismo, un poco peor". M. Houellebec considera que la epidemia confirma alguna de sus intuiciones  y su resultado no hará más que acelerar algunos de los cambios que se están produciendo, entre ellos la disminución de los contactos humanos, que es el tema central de una de sus novelas, La posibilidad de una isla(2005). Y sobre todo "se ha confirmado la tendencia desde hace medio siglo de disimular la muerte. Jamás la muerte ha sido tan discreta  como en estas semanas. La gente muere en soledad. Las víctimas se reducen a números y además otro número ha entrado en juego, la edad de los enfermos...Estas tendencias, lo he dicho, ya existían antes del coronavirus, solo se han vuelto a manifestar con nuevas evidencias ". (Corrieri della Sera, 4 de mayo, actualizado por El Mundo, martes 5 de mayo 2020). Martín Caparrós publica el 7 de mayo en el New York Times:"La nueva normalidad". Un artículo en el que añora la vida que cree haber perdido. Echa de menos las cosas que le gustaban de su vida anterior: los viajes, la felicidad de mezclarse sin pegas con personas en los mercados, manifestaciones, estadios, los encuentros  y conversaciones con personas impensados, el calor de un abrazo..."Ahora desescalamos por la imposición de unos gobiernos empoderados por nuestro miedo. Desescalar hacia la nueva normalidad es la consigna. La democracia suspendida. Lo hacen "por nuestro bien" y los poderes deciden sin más máscaras".

 En un manifiesto publicado en Le Monde destacados personajes del mundo de la cultura, entre ellos: Almódovar, Bardem y Madonna, ricos y famosos, proclaman ser fervientes defensores de la nueva normalidad. No quieren volver a la vieja normalidad. Sienten náuseas de su propia abundancia y apadrinan ideologías tajantes que nunca rigen para ellos. (J. Bustos, El Mundo, 8-5). En mi caso, como dirían algunos:"quién te ha visto y quién te ve", con los años me he vuelto conservadora,  yo me quedo con Nadal y con sus declaraciones recientes a ABC (5-5). Como él quiero la antigua normalidad. Quiero poder reunirme, sin miedo, con mi familia y con mis amigos. Abrazarlos y que me abracen. Quiero que la gente pueda abrazar. Quiero que la gente pueda trabajar.

Carmen Glez Teixeira


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