sábado, 2 de octubre de 2021

Destellos de una costa exquisita, San Juan de Luz, Guéthary

San Juan de Luz es uno de los puertos pesqueros más reputados de Francia. A su mercado hay que acercarse y tomar un champán con ostras, y pulsar un ambiente bastante más urbano que en los pueblos vecinos. Después bien viene un paseo por el casco antiguo de San Juan de Luz, con una escala amable y las calles más comerciales. La calle Leéon Gambetta es la principal: la tienda Tissage de Luz tiene toallas, bolsos y otros complementos con la típica tela vasca a rayas desde hace 100 años. Y la Maison Adam lleva desde el siglo XVII haciendo las delicias con sus macarons. Estos dulces de almendra le deben su fama a Luis XIV y a la infanta María Teresa de Austria, hija de Felipe IV, que se casaron aquí en 1660 poniendo fin a la guerra de los Treinta Años; la llamada paz de los Pirineos. Pero la pareja real dejó otras huellas: la Maison Louis XIV, donde vivieron un tiempo, nos contagia el estilo de vida de los ricos de entonces, en su mayoría piratas que tenían aquí su base, con sus muebles, pinturas y vajillas. Una casona que sigue perteneciendo a la misma familia del armador que la construyó. Y de la iglesia de Saint-Jean Baptiste, también en la calle Gambetta, donde se casaron, asombran sus galerías de madera, frecuentes en los templos vascofranceses, y menos común, el enorme barco de madera colgando del techo.

Antes de pasar al capítulo de las playas, otras dos pistas en San Juan de Luz: hay que acercarse al jardín botánico Paul Jovet, asomado a un acantilado, y a un frontón -no hay pueblo sin uno- para ver un partido de pelota.

Sobre playas y calas, en el País Vasco Francés hay mucho donde elegir. Familiares, urbanas, entre rocas...En pleno centro de San Juan de Luz, la Grande Plage, con un paseo marítimo muy animado. En el barrio de Acotz-Erromadie, un gran espacio natural bastante agreste, espera Erromandie, con magníficas puestas de sol y buena música en los chiringuitos Bibam o La Guinguette. Siguiendo la costa un poco hacia el norte, dos enclaves muy surferos: Lafiténia, para consagrados y acostumbrados a competir y Senix. Entre ambas queda la cala de Mayarco que anuncia la entrada a Guéthary.

Para alejarse un poco de la arena siempre nos queda este pueblo -que no hay que confundir con la Guetaria guipuzcoana- donde todo tiene un tono diferente, hasta el puerto extraño por diminuto. Apenas llega el ajetreo playero (salvo el surfero de los arenales colindantes), porque  aquí no se viene a tomar el sol y sí a sentarse en la terraza del hotel Le Madrid, delante de un buen desayuno, o en Le Bar Basque, ambos pegados al frontón. Sin salir de esta calle se puede comprar fruta y verdura locales, y textiles de Japón, en Yaoya, una épicerie basque-japonaise que desde este pueblecito de Aquitania ha saltado a las páginas de la revista Wallpaper.

Entre Guéthary y Bidart, en apenas tres kilómetros se concentran playas notables, con escuelas de surf y olas para distintos niveles, dependiendo de las mareas. Y ya más al norte cerca de Biarrtiz, la de Ilbarritz con un campo de golf que domina el su arenal...

María José Díaz de Tuesta. El Viajero. El País, sábado 11 de septiembre de 2021

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