viernes, 29 de octubre de 2021

Georges Brassens, 100 años de mala reputación

En el centenario de su nacimiento, el cantautor se mantiene como un referente que va mucho más allá de la música. Una frase resume la filosofía vital y política de Georges Brassens (1921-1981), el gran cantautor francés. Anarquista recalcitrante, Brassens sostenía sin embargo que "una bandera negra es también una bandera". El hecho de que esta sentencia ni siquiera sea suya, sino de Léo Ferré, dice mucho sobre uno de los personajes más célebres de la Francia del siglo XX, que siempre huyó de los oropeles de la fama parapetándose detrás de una falsa modestia. "El éxito es siempre un malentendido", declaró una vez. Brassens, cuyo centenario se celebró el 22 de octubre, rechazaba todas las banderas, incluida la del credo de su vida.

Siempre quiso permanecer al margen de la política y le llovieron críticas por negarse a firmar manifiestos o pronunciarse claramente sobre los problemas de su tiempo, como la guerra de Argelia. Decía que con sus canciones sólo pretendía contar historias y que en muchos casos eran autobiográficas, pequeños cuentos que descubrían su vida. Y mostraba un rotundo rechazo cuando alguien decía que con su discografía había construido algo parecido a una filosofía. "Los filosofos son demasiado categóricos para mí", señaló en otra de sus frases reunidas en el libro Los caminos que no llevan a Roma (Navona).

Sin embargo, las canciones de Brassens ofrecen una filosofía de la vida, un retrato reflexivo y profundo -lleno de tacos, incluso de versos machistas y groseros- de un un mundo rabiosamente individualista -"Mas de cuatro somos una banda de gilipollas"-, pero a la vez profundamente solidario, antimilitarista, antinacionalista y defensor de la libertad individual por encima de todo. La mal reputación es un auténtico himno al derecho de cada uno a hacer lo que le dé la gana. Con una música sólo aparentemente sencilla y unas letras en un francés sublime -naturalmente rechazó entrar en la Academia cuando se lo ofrecieron-. las canciones de Brassens ofrecen una guía vital, una forma de comportarse en el mundo, casi a la manera de los filósofos cínicos. Como Diógenes, era capaz de mezclar la provocación con la lucidez en su radiografía de la sociedad francesa. Pocas canciones resumen todo esto como El gorila...

Su fuerza reside en eso: en que está por encima de los credos. Reflejaba las contradicciones de cualquier vida: era un ateo convencido -"Dios, si existe, exagera", escribió en una de sus últimas canciones-; pero a la vez estaba obsesionado con el más allá -Súplica para ser enterrado en la playa de Sète es considerado uno de los monumentos de la poesía francesa-. Dedicó una canción al tipo que le robó la casa -Stances à un cambrioleur- en la que prácticamente le daba las gracias: le elogiaba por haber cerrado la puerta al irse y por haberle dejado la guitarra, su medio de vida -"Solidaridad santa de los artesanos"-.

Para el cantante no existían ni los malos ni los buenos. Quería contar las historias de seres decentes, que odian ser un ladrón o sus gatos, a los que adoraba porque decía
"que siempre se ponen donde uno no lo espera". Algo que también puede aplicarse a Brassens: nunca dejara de sorprendernos y de mostrarnos el camino.

Guillermo Altares. Babelia. El País, 16 de octubre de 2021

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