domingo, 17 de octubre de 2021

La Resistencia muere con heridas aún abiertas

Hubert Germain
Toda nación necesita a sus héroes y mitos. La Francia moderna no se explica sin la Resistencia. Es el relato fundacional que sirvió, primero, para reconciliar a los franceses después de cuatro años de ocupación y de colaboración con la Alemania de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Y después, gracias al genio político y militar del general Charles de Gaulle, para colocar a un país que había sido derrotado entre potencias vencedoras.

El último héroe vivo de aquella gesta, la de los valientes e insensatos que en 1940, tras la capitulación de Francia ante Alemania, se unieron a De Gaulle, murió el martes a los 101 años. Se llamaba Hubert Germain y era el último Compagnon de la Libération, miembro de la élite de la Resistencia, esta particular orden de caballería que  De Gaulle creó en 1940 y que contó con un total de 1.038 condecorados de los que, hasta esta semana, solo Germain sobrevivía.

"Con esta muerte, se cierra una epopeya", dice por teléfono el historiador François Azouvi autor de Français, on ne nous a rien caché. La Résistence, Vichy, notre mémoire / "Franceses, no se nos ha escondido nada. La Resistencia, Vichy, nuestra memoria", un ensayo publicado en 2020 por la editorial Gallimard donde disecciona los mitos y contramitos que han marcado la memoria colectiva desde el final de la guerra en 1945. "Es una página extraordinaria, una de las más gloriosas y emocionantes de la Francia contemporánea", añade Azouvi. (...)

Cada país tiene su memoria torturada, un pasado que cuando se ha digerido mal, vuelve una y otra vez. Y en Francia un "pasado que nunca acaba de pasar, porque es presente " -por citar la famosa frase del novelista sureño Willian Faulkner referida a la guerra de Secesión estadounidense- es el régimen de Vichy, la Francia liderada por el anciano mariscal Philippe Pétain, el héroe de la Primera Guerra Mundial que, con un amplio apoyo entre los franceses, puso en marcha una política de colaboración con el ocupante nazi y participó en la persecución y la deportación de los judíos a los campos de exterminio alemanes.

De Gaulle -el primero de los resistentes, de aquel puñado de hombres y mujeres que habían dicho no- fijó lo que, más tarde se conocería como el mito de la Resistencia, en un discurso el 25 de agosto de 1944 desde el balcón del Ayuntamiento de París. "¡París liberada!", proclamó. "Liberada por ella misma, liberado por su pueblo con el concurso de los ejércitos de Francia, con el apoyo  y el concurso de Francia entera, de la Francia que lucha, de la única Francia, de la Francia eterna".

No importaba que hubiesen sido Estados Unidos y Reino Unido los artífices de la liberación de Francia; en aquel momento, convenía dejar claro que Vichy no era Francia y que Francia había derrotado a Alemania. Fue la idea genial de De Gaulle en connivencia con los comunistas, quienes junto a los gaullistas, habían sido el núcleo de los resistentes. El mito excluía a otros como los republicanos españoles, que "fueron olvidados en los libros de historia" y vieron "minimizada su participación" en la lucha contra los nazis, como escribe la periodista Evelyn Mesquida en el libro Y ahora volved, volved a vuestra casa. Republicanos españoles en la Resistencia francesa (Ediciones B).

Pero el mito se consolidó. Haría falta una nueva generación, la de 1968, para mirar de frente al pasado. El acontecimiento cultural que marcó este momento fue el estreno en los cines -la televisión francesa lo vetó durante años- de El dolor y la piedad, de Marcel Ophüls, un documental que retrataba una sociedad anestesiada y donde el heroísmo fue la excepción. Francia se había fabricado una leyenda: la de un país de resistentes; en realidad, habría sido un país de apáticos y colaboradores.

Ni una cosa ni la otra: todo fue más complicado, según Azouvi. En su libro, una de las aportaciones más recientes sobre la memoria de la resistencia y Vichy, documenta cómo, desde el final de la guerra, todo se dijo y todo se supo. Sostiene Azouvi: "En los 25 años posteriores a la guerra, no se escondió nada a los franceses. Se pusieron sobre la mesa todos los elementos que permitieron entender y recordar lo que había ocurrido. Tanto los más gloriosos como los menos: la colaboración, Vichy, la deportación. Todo se dijo en novelas, en películas. En los años setenta, cuando la generación nacida durante la guerra o después tomó el poder intelectual, cultural y simbólico, se puso a sospechar y a preguntar a la generación de sus padres qué había hecho durante la guerra. Y fabricó una especie de mala conciencia... Ahí nació la idea de que, tras la guerra, se había creado un mito en el cual toda Francia había sido resistente, que Vichy apenas había existido. Yo creo que desde los años setenta, vivimos en el mito de un mito"...

Marc Bassets. París. El País, viernes 15 de octubre de 2021

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