sábado, 16 de octubre de 2021

Miserias y esplendor de los premios literarios en Francia

En el recuerdo de algún miembro del jurado, el almuerzo del pasado martes fue uno de los más tensos que se recuerdan en la Academia Goncourt, el exclusivo cenáculo de 10 personas que cada año concede el premio más prestigioso de la literatura francesa. Otros sostienen que no hubo para tanto. Unos días antes, había saltado a la prensa un conflicto de intereses que ponía en entredicho la credibilidad de la institución y de los premios literarios en Francia, plagados de escándalos y sospechas desde hace décadas, aunque con una influencia a prueba de bomba. 

 En la primera criba de novelas seleccionadas este año como finalistas del Goncourt, a principios de septiembre, figuraba Les enfants de Cadillac, de François Noudelmann. La elección planteaba varios problemas. La pareja de Noudelmann, la también escritora Camille Laurens, pertenece al jurado del Goncourt. Y Laurens, en la crítica semanal que publica en el diario Le Monde, destrozó con virulencia La carte postale, de Anne Berest, novela que acababa  de ser seleccionada por el mismo jurado, que competía por tanto con la de Noudelmann y que, además, trata de un tema similar: la historia de una familia judía en el siglo XX.

Los ingredientes del conflicto -choque de intereses, de vanidades, de poder- estaban sobre la mesa. Esta rentrée literaria sin grandes nombres y más bien aburrida tenía por fin su escándalo. La solución en la Academia Goncourt ha consistido en modificar el reglamento del premio. "Hemos tomado dos decisiones", explica a El País Didier Decoin, presidente de la Academia Goncourt. "La primera es que todo libro escrito por una persona próxima a un miembro del jurado no podrá concurrir. La segunda es que si el jurado es, además, cronista literario en un periódico, debe abstenerse de hablar de una de las obras que se encuentra en la lista".

Conclusión: el caso Laurens-Noudelmann, que ha tensado el ambiente en la Academia, no podrá repetirse. Decoin subraya que "no hubo gritos" en el último almuerzo  y que "todo fue bien, puesto que todos votaron por la modificación del reglamento". Laurens, también. Y el libro de Noudelmann quedó eliminado; Berest, en cambio, está entre los nueve finalistas. La última criba tendrá lugar el 26 de octubre, y la concesión del premio, el 3 de noviembre. "Habríamos preferido que este asunto no hubiese ocurrido, pero ahora, una vez arreglado, forma parte del pasado", celebra Decoin. "Sobre todo, nos ha permitido precisar cosas que no estaban escritas".

La peculiaridad de los premios franceses -en comparación con premios como el Planeta-, es que no los organizan empresas editoriales ni se concede a inéditos, sino a obras publicadas en el mismo año. Hay transpariencia: los lectores pueden leer las obras en competición y saben a que atenerse. "En Francia, el libro que no se ha imprimido no existe para la gente, el escritor se convierte en escritor cuando ha publicado", describe por teléfono la profesora universitaria de literatura Sylvie Ducas, autora de La littérature, à quel(s) prix, una historia de los premios literarios. (...)

El Goncourt, fundado en 1903, ya prohibió en 2007 que sus jurados colaborasen en editoriales. Pese a estar dotado con un cheque de solo 10 euros, garantiza al vencedor ventas de centenares de miles de ejemplares, o más de un millón como fue el caso, en 2020, de Hervé Le Tellier con La anomalía (Seix Barral, en español).(...)

"Es una calumnia decir que actué con malevolencia", se defiende Camille Laurens, en el centro de la polémica que ha agitado la rentrée. En un correo electrónico, la escritora y jurado niega haber escondido a los colegas de la Academia Goncourt su relación con François Noudelmann, ni haberles incitado a leer el ibro. También declara, en alusión a su demoledora crítica en Le Monde a a la novela de Berest."Contrariamente a lo que se ha difundido en la prensa, atentando a mi probidad, no escribí la crónica severa para dañar a una competedira potencial de François Nouldemann". Y alega que había enviado el artículo al diario en agosto antes de saber que ambos libros estaban selccionados.

"Pienso que, de una manera más general, esta pequeña polémica es el árbol que esconde el bosque", insiste Laurens. "¿No sería más urgente, aunque más díficl tembién, porque es infinitamente más opaco, abordar el vínculo de los editores con los premios literarios en su conjunto?".

Marc Bassets. París, El País, 11 de octubre de 2021

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