viernes, 25 de febrero de 2022

Cantos de amor

Hay pocas cosas más sospechosas que un título en apariencia banal. Una de las películas más polémicas del siglo XX tiene un título casi pastoril, Un chant d'amour /Un canto de amor, pero condensa en 25 minutos todo lo que en teoría no estaba permitido mostrar en el cine de su época. La dirigió el nunca tibio Jean Genet, y cuenta una historia de amor entre dos hombres encarcelados en celdas contiguas de una prisión francesa. Separados por un muro de piedra, solo pueden comunicarse a través de los olores. En una de las escenas más famosas, introducen una pajita en un resquicio entre las piedras y se intercambian el humo de los cigarros que fuman. En otra, uno consigue pasarle al otro, con una cuerda, un ramito de flores a través del ventanuco. El receptor de las flores sumerge el rostro en ellas, extasiado. La película rodada en 1950, no pudo estrenarse hasta 1975. Hoy es un clásico de culto, tanto que, hace unos años, Prada le dedicó un perfume en s colección Olfatories. Curiosamente no es la única incursión del iconoclasta Genet en el mundo de la perfumería: el marinero de Jen Paul Gautier  está inspirado en la adaptación cinematográfica de su novela Querelle de Brest

He llegado a Un chant d'amour pensando en el tema inicial de esta columna, que en estas fechas  suele orbitar en torno a la relación entre el amor, los perfumes y, en este caso, las flores. Parece una relación natural, y no solo eurocéntrica. En la cultura mexicana, el dios Xochipilli estaba vinculado a las flores y al amor, ¿Por qué lo metemos todo en el mismo saco? Quizá tenga que ver con la fertilidad, o incluso con la flor como obsequio: en el siglo XIX, los perfumes femeninos solían replicar los olores de los ramilletes que eran moneda común entre los enamorados. De ahí la fijación con la rosa, por ejemplo, que es una flor que no huele tan dulce ni tan goloso como su imagen da a entender. De hecho, los perfumes de rosa suelen tener matices bastante masculinos. Todo lo contrario de lo que sucede con las flores blancas, que en la historia del arte suelen simbolizar virtudes femeninas bastante heteropatriarcales -pureza, virginidad, limpieza de sentimientos, etc.- y han acabado encontrando acomodo en fragancias que suelen definirse como empolvadas y románticas...

Hoy las cosas discurren por otros cauces. Los perfumes no hablan de sometimiento sino de empoderamiento. Incluso la perfumería sin género enfila horizontes más amplios, en los que el amor pasa por compartir el neceser... El amor adquiere muchas formas y, por fortuna, hay un perfume para cada una de ellas.

Carlos Primo. ICON. EL País, febrero 2022

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