Y en el terreno de los contrastes, el festival ofrece una rica gama de actitudes musicales y dancísticas. Si por un lado tenemos el cante clásico, pero siempre renovado en cada actuación, de Pedro el Granadino, o el de Inés Bacán, con el peso de una tradición familiar de músicos gitanos, que tienen el flamenco a modo de ceremonial íntimo y sagrado, por otro nos encontramos con los sonidos que Antonio Moreno crea para En talleres, el espectáculo de la bailaora Leonor Leal: "Se trata de hacer vivir lo inanimado, inyectándole energía y carácter musical y escenográfico, descubrir la utilidad sonora de una serie de materiales que en cualquier otro contexto no servirían para nada, cacharros impensables que se transforman en instrumentos para acompañar mi baile adquieren otro significado y los coloca en una escala metafórica".
Yinka Esi Graves, bailarina y bailaora nacida en Londres de padres ghaneses y jamaicanos, alumna de grandes maestras de la danza flamenca, como Merche Esmeralda, Carmen Ledesma o Juana Amaya, cada vez que atravesaba el Guadalquivir por el puente de San Telmo, camino de la academia de baile "sentía algo muy fuerte, como una llamada ancestral del agua. Después supe que en esa zona de Sevilla fondeaban los barcos venidos de las Indias, es decir, de América, y también del continente africano. Y eso estaba latente en el espacio y mi cuerpo lo podía percibir". De manera que para hacer su espectáculo Disappearing Act (El acto de desaparecer), no quiso encerrarse en su estudio, sino buscar ingredientes en el exterior...Se trata de construir el flamenco y llevarlo al mundo de las sensaciones, las mismas que observé cuando llegué a Andalucía. Ha existido una trata de esclavos y un comercio, pero también un intercambio de músicas y ritmos. El flamenco tiene raíces plurales"...
José María Velázquez-Gaztelu. El Cultural, 7-1-2022
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