El director Emmanuel Courcol describe con sentimiento y gracia los intentos de un actor a la baja, deprimido y sin trabajo, por implicar a cinco presos para que interpreten una obra de teatro que dirigiría él. Y después de muchas vicisitudes y el consiguiente mosqueo de los presos ante oferta tan extraña, estos aceptan meterse en la piel de los personajes que habitan la obra de Samuel Beckett Esperando a Godot. Material dramático o absurdo que el director de la función considera muy adecuado para que la interpreten los reclusos, ya que todo en su dura supervivencia está marcado por la continua espera.
Y el arriesgado experimento acaba funcionando. Los desdichados acaban por engancharse a lo que consideraban un disparate, otra conveniente trampa del sistema para demostrar sus propósitos humanistas. Y no saben de qué va lo que interpretan pero van cogiéndole gusto, se sienten importantes y admirados. Si desertan vuelven pronto, abandonan provisionalmente los muros de la cárcel para actuar en otros sitios, entran en el apasionante juego que les prop
one su compresiblemente ciclotímico director, acongojado o feliz ante esta experiencia al límite con gente que tiene poco que perder.
Son creíbles los intérpretes, transmiten cierta simpatía, tal vez excesiva, todo resulta demasiado placentero en la aventura teatral de gente que debe sentirse desesperada. Y el actor Kad Merad aporta humanidad y carácter a ese señor que pretende redimir a los enclaustrados ofreciéndoles un respiro y autoestima mediante su interpretación de un clásico del teatro del absurdo. Es una película que se ve y se escucha bien. Pero lo mejor es el cierre espectacular de la historia. Sales con gesto complacido.
Carlos Boyero. El País, viernes 25 de febrero de 2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario