Zemmour es un tipo bajito, con cierto parecido con Charles Aznavour. Sin embargo, piensa a lo grande. Sus héroes son Napoleón y Charles de Gaulle, y las encuestas sugieren que muchos franceses -burgueses y sans-culottes por igual- consideran que podría ser el próximo gran hombre francés. En paralelo, los bien pensants opinan que se trata de un individuo hambriento de publicidad personal, y eso en el mejor de los casos. En el peor, le acusan de ser un fascista salido de la televisión que utiliza las legítimas preocupaciones sobre la inmigración para generar un odio visceral a los musulmanes franceses nativos, pues Zemmour asegura que su cultura y su religión ponen en peligro la misma existencia de Francia. En lo que están de acuerdo los unos y los otros es que Zemmour tiene las mismas posibilidades que Le Pen de enfrentarse al presidente Macron en la segunda vuelta electoral. (Recordemos que Le Pen ya se estrelló en dos elecciones presidenciales anteriores).
Este político que habla sin pelos en la lengua en su día fue periodista de la sección de política de Le Figaro y más tarde se hizo famoso como tertuliano televisivo.
-¿Le resulta extraño que los periodistas ahora escriban sobre usted?
-Sí que es un poco raro estar al otro lado del espejo. Pero hace tiempo que dejé de ser un periodista a uso. Llevo años defendiendo determinadas ideas y convicciones, y me he convertido en lo que llamamos un intelectual. El problema es que en Francia, si no eres de izquierdas no te consideran un intelectual. Te etiquetan como un tertuliano de tres al cuarto... y punto.
-¿Usted es un intelectual?
-Yo creo que sí. Por lo menos hago el esfuerzo de tratar de entender nuestra historia y la situación en que nos hallamos. De hacer un diagnóstico y de ofrecer soluciones válidas a la situación en que estamos.
-La gente suele verlo más bien como un Donald Trump a la francesa.
-Es verdad que llevan meses comparándome con Donald Trump, pero si acaso tengo más que ver con Boris Johnson. Piénselo un momento. Los dos somos antiguos periodistas. Ambos hemos escrito libros de historia, sobre Churchill en el caso de Johnson, sobre la historia de Francia en el mío, sobre Napoleón y De Gaulle. Tenemos muchos puntos en común, y lo más interesante es que Johnson ha logrado poner en práctica una estrategia electoral precisa, que me propongo emular: la alianza entre la clase trabajadora y el segmento de burguesía patriótica que aspira a restaurar la soberanía nacional que, por desgracia, ahora mismo se encuentra en peligro.
-El problema con los populistas es que no tardan en volverse impopulares
-Yo no lo veo así. En primer lugar, ¿qué significa esto del "populismo"? Hay que definir lo que queremos decir con "populismo". Suele pasar que las élites nos acusan de populistas cuando la gente deja de hacerles caso. Llevo largo tiempo diciendo que a los que ellos acusan de populistas son personas que no están dispuestas a morir ni a dejar que las instituciones mueran. Y creo que los pueblos de Europa, en Francia, sobre todo, están en peligro de extinción por causa de la inmigración masiva, de la demografía y de la presión cultural ejercida sobre estos países. ¿Que los populistas pierden la batalla de la opinión pública con gran rapidez? Es posible. Pero con menor rapidez que los no populistas...
Andrew Billen. XLSemanal, 9 de enero de 2022
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