P.-¿Cuántas veces ha leído el Quijote?
R.- ¡Muchas! Empecé a los siete años. Me encontré con un tebeo que representaba la estancia de Don Quijote y Sancho en casa de los duques. No sabía quienes eran, pero el dibujo me impresionó.
P.- ¿Nunca se aburrió del Quijote después de medio siglo leyéndolo y estudiándolo?
R.- ¡No! Ha habido momentos de descanso y con otros intereses por los místicos como Santa Teresa, por el teatro del Siglo de Oro, o por quienes han desarrollado una lectura personal del Quijote, como Miguel de Unamuno.
P.- Hay infinitas lecturas del Quijote. ¿Cuál es la suya?
R.- No lo considero como el hombre ridículo que veían los lectores del siglo XVII, una lectura que no se mantuvo después. En el XVIII los lectores se decían: "No nos atrevemos a hacer lo que hace don Quijote por miedo a ser ridículos, pero lo pensamos". Es la lectura de los ingleses. En el XIX, vienen los románticos alemanes: transforman a Don Quijote en un defensor del ideal caballeresco.
P.- ¿Y en el siglo XXI?
R.- Es una síntesis y superación de los anteriores. El problema es que hay una cierta indiferencia. Antes el aprendizaje de la lectura se hacía a través del Quijote. Ya no. ¿Cómo conseguir que los muchachos vuelvan a interesarse por él? ¿A través de los tebeos? ¿Del cine? ¿Del teatro?
P.- ¿Por qué la indiferencia?
R.- Se debe un poco a la canonización de Cervantes como escritor nacional. Y la lectura no se corresponde con las expectativas de los muchachos. Se cansan. El ritmo de la vida no favorece cierta soledad . No pueden vivir en silencio, y la lectura de un clásico requiere cierto silencio.
P.- ¿Ha intentado convencer a sus nietos de que lo lean?
R.- Con mis hijos ya lo intenté...
P.- ¿No es simplemente que el Quijote es muy largo, con demasiadas historias paralelas?
R.- Sí. Cuando los lectores se acercan al Quijote, y se les dice que es la primera novela moderna, quedan defraudados. Y el castellano de Cervantes no es el de hoy, hay que hacer un esfuerzo.
P.- ¿El Quijote ha determinado la imagen de España?
R.- Sí. La relación de don Quijote con la realidad tiene su parecido con la relación que establece España con el mundo después de la muerte de Felipe II. España conoció una crisis de poder y de identidad, dejó de ser lo que fue y Cervantes lo percibe. La aventura del Quijote es una especie de metáfora de la inadaptación de España al mundo.
P.- ¿Es así todavía?
R.- Ya no. A partir de 1975, hay un reconocimiento de España como nación europea y civilizada, entre comillas.
P.- ¿Y ahora que simboliza el Quijote para España'
R.- No estoy seguro de que simbolice nada típicamente español.
P.- ¿Y el quijotismo?
R.- Los estudiantes chinos en Tiananmén eran unos quijotes, no se desanimaron. Y en Ucrania, ahora, ocurre algo parecido.
P.- Es un valor positivo, por tanto, y no estrictamente español.
R.- Sí. Los españoles quizá se estén desquijotizando. Los imperativos del mundo moderno les obligan a desentenderse de ciertas imaginaciones. Combatir contra molinos de viento y creer que son gigantes no entra en el ADN actual de España y los españoles.
P.- ¿Y usted? ¿Se identifica con el Quijote?
R.- Con el Quijote no. Pero con Cervantes sí, dicho sea con mucha modestia. Cuando te dirige la palabra, te habla como a un amigo.
Marc Bassets. París. El País, lunes 7 de marzo de 2022.
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