martes, 22 de marzo de 2022

Van Gogh con la oreja

Aparece Van Gogh en su autorretrato con la oreja cortada, la venda encubriendo la ausencia, su típico gorro con algo ruso, la expresión un poco perdida, los ojos tristes. Y luego las leyendas. Muchísimas. A borbotones como la sangre que debió salir tras la mutilación: el testimonio de Gauguin e incluso su posible culpa como autor de la amputación con un sable; la carrera hacia el burdel del neerlandés con el lóbulo de la oreja en la mano... Leyendas que se arremolinan inclementes alrededor de este pintor, el "loco" más popular de la historia del arte, cuya condición mental -a pocos gusta ahora hablar de "enfermedad mental", la forma de nombrarla Van Gogh en las cartas- fue su mayor garantía creativa; su potencia pictórica, se repite la historia que ha circulado. En este relato, los largos periodos de Van Gogh sumergido en sus temibles tinieblas parecen el precio a pagar por el "genio". Oscuridad y creatividad comparten un borde maldito en la narrativa fundacional de su historia.

Lo planteaba Ruth Padel  en le libro de 1995 Whom the Gods Destroy. Elements of Greek and Tragic Madness: desde los orígenes la cultura occidental tiende a asociar el espacio de la "locura" a lo opaco, lo que no se distingue con nitidez. Los griegos incidieron sobre el concepto: la locura estaba unida a los fluidos negros que los seguidores de Hipócrates relacionaban con las entrañas de la tierra. El propio Aristófanes pone en boca de un vendedor "loco" el vocablo melancholao -lleno de negros (melas) humores (chole)-. Y quizás porque la locura es oscuridad, el Sol negro del ensayo clásico sobre melancolía y depresión de Julia Kristeva -recuperado en 2017 por Wuderkammer-, su tratamiento eficaz acaba por ser la ausencia de luz en una maniobra homeopática. De ahí el encierro de los "locos" en lugares apartados, más allá de la aspiración ilustrada por silenciar lo diferente a través de la creación de los manicomios.

Los pinta Goya en la pequeña tabla conservada en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, La casa de locos. Los cuerpos se agolpan, semidesnudos , en el lugar del apartamiento, entregados a sus ficciones, sus excentricidades. Años más tarde, Tony Robert Fleury pinta Pinel, médico del hospital de Salpêtrière. (...)

¿Qué pasaría si la condición mental de Van Gogh no fue la garantía del "genio", sino un impedimento para desarrollar su creatividad a menudo sumergido en el desasosiego que las partes oscuras de su mente le causaban cuando se asomaba a las negruras? Lo cuenta en los escritos: su condición mental no le dejaba trabajar  y debía de volver luego a retomar la actividad en un esfuerzo épico. No solo: dudaba si su fuerza pictórica era otro síntoma. ¿Es necesario sufrir -"locura", privaciones , frío, excesos, infelicidad... para ser el perfecto "genio" que exige el protocolo occidental? ¿De verdad debe ser entendida como garantía de la singularidad de Van Gogh el corte cuidados de la oreja entera y no solo del lóbulo con una cuchilla como han puesto de manifiesto las investigaciones con motivo de la exposición de 2016 en el Museo Van Gogh, Al borde de la locura ?...

Al acabar la página del Museo Van Gogh vuelve a surgir la duda: en un momento se relaciona  la mayor producción del artista  con los últimos y difíciles  meses antes del suicidio, de manera que urge recordar cómo no se quitó la vida en un arranque de genialidad -apuntaba la tradición hace años-, sino abrumado por la oscuridad aterradora , la que puede llevarnos a cualquiera al abismo extremo.

Estrella de Diego. El País, 1 de marzo de 2022

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