Eric Zemmour. EFE/EPA/Christotphe Petit Tesson
Durante sus años de tertuliano y autor de ensayos superventas, Zemmour usaba la historia de Francia para fundamentar sus opiniones contra los inmigrantes y los musulmanes y agitar el fantasma de la guerra civil. La suya no era una historia académica. Como en las discusiones familiares, mezclaba la provocación más o menos ingeniosa con la erudición de sobremesa. Ahora que aspira a la más alta magistratura, su particular reescritura del pasado es la auténtica marca de fábrica de la candidatura.
Zemmour plantea un dilema al gremio de los historiadores. Una opción habría sido ignorarlo. ¿Merece la pena dedicarse a desmentirlo? Como sucede con las noticias falsas, raramente su desmentido tiene un efecto sobre sus votantes. El caso de Donald Trump lo demuestra. Por eso varios historiadores y políticos de Francia han considerado, a pocas semanas de las elecciones, que había mucho en juego y que era necesario desmontar el discurso zemmouriano.
"Lo que caracteriza a Éric Zemmour es el uso abundante que hace de la historia", escribe el historiador Laurent Joly en La falsification de l'Histoire, (La falsificación de la historia, no traducido, como el resto de los libros citados en este artículo) e inscribe esta práctica en la tradición del movimiento Acción Francesa". "Toda (su) tarea se apoya en la reescritura de los hechos históricos para ponerlos al servicio de su ideología", concurre el ex primer ministro Manuel Valls en Zemmour, l'antirépublicain (Zemmour, el antirrepublicano).
Zemmour, en libros como Le suicide français (El suicidio francés) o Destin français (Destino francés), ofrece una visión a la vez gloriosa y apocalíptica del pasado. La suya es una historia de héroes, de Clodoveo a Napoleón, pasando por Luis XIV. Y es la historia de un derrumbe. desde una Francia idealizada y heredera de Roma al país actual, supuestamente al borde de la extinción. En su relato, la caída empezó con el Mayo de 68, o con la ocupación nazi de 1940, o con la derrota de Napoleón en Waterloo en 1815. O incluso, como señaló un articulista de Le Monde tras la obra de Zemmour, en 843, cuando el imperio carolingio se repartió entre los los nietos de Carlomagno... Es decir antes de que existiese Francia.
Las élites han nutrido, en su opinión, la leyenda negra según la cual Francia es un país culpable por la colonización o la colaboración con los nazis. El presidente Jacques Chirac es uno de los grandes villanos de la historia por admitir en 1995, la responsabilidad de Francia en la deportación de judíos durante la ocupación. El historiador estadounidense Robert Paxton es el otro villano por publicar años antes el libro de referencia sobre el régimen colaboracionista de Philippe Pétain. Zemmour cree que esta leyenda negra pretende "culpabilizar al pueblo francés" para que "se someta a la invasión migratoria y a la islamización del país"...
El programa de Zemmour es un programa en la tradición nacionalista de escritores como Maurras y Maurice Barrès o de historiadores como Jacques Bainville. También hay una voluntad transgresora que dinamita consensos y tabúes. Funciona: el candidato que reivindica a Pétain obtiene el 15% de intención de voto en los sondeos. Es un candidato que dice a los franceses que lo que les han contado no es cierto, que los historiadores extranjeros como Paxton o los conservadores renegados como Chirac les han engañado, que él es más listo y les explicará la verdad...
El discurso sobre la historia, al final, es un reflejo del discurso sobre el propio país: a Zemmour no le gusta Francia. Ni tal como es hoy ni su pasado. Adora al país soñado; le irrita el que existe y existió. Para un nacionalista como él, la glorificación de la la patria y de su historia se confunden con su detestación.
Marc Bassets. Babelia. El País, sábado 26 de febrero de 2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario