martes, 29 de marzo de 2022

Dora Maar, la resurrección de un cadáver exquisito

En la página del pequeño listín de direcciones y teléfonos encabezada por la letra b están André Breton, Brassai, George Braque y Balthus. Bajo la c destacan  Jean Cocteau y Douglas Cooper. Los contactos de Nicolas de Staël, Tristan Tzara, Giacometti, Óscar Domínguez y Lacan también aparecen anotados en las páginas que la periodista y escritora Brigitte Benkemoun sacó de una funda de tela guardada en su bolso la semana pasada en Madrid. Esa agenda con una deslumbrante presencia del mundo artístico e intelectual del siglo XX es el eje de En busca de Dora Maar (Taurus), una suerte de un retrato individual y colectivo al que llegó por azar, como mandan las reglas de cualquier juego surrealista que se precie.

El esposo de Benkemoun había perdido su agenda y ella trató de comprarle una igual. Encontró una en la plataforma de compraventa eBay. La que recibió tenía inserto en el bolsillo un listín telefónico de 1951 y, sorprendida por los nombres que aparecían, indagó. Las señas de un arquitecto de Ménerbes fueron la pista definitiva  que le llevó a concluir que aquella agenda había pertenecido a Theodora Markovitch (1907-1997), Dora Maar, que residió en aquella localidad francesa en esas fechas.

Maar es una figura indispensable de los círculos surrealistas y vanguardistas del París de principios del siglo XX. Su carrera como fotógrafa estaba asentada cuando se cruzó con Picasso en el café Les Deux Magots. Fue su compañera de 1936 a 1945, esa relación llevó a Maar a abandonar la fotografía en favor de la pintura, donde obtuvo poco reconocimiento. La ruptura con el pintor la arrastró al misticismo y a la reclusión. "Picasso sentía que la fotografía no era arte sino técnica y, como también hizo con Brassaï la animaba a pintar", argumenta Benkemoun, que cita la biografía sobre la artista escrita por Victoria Combalía. "Maar trajo la voluntad y la conciencia política que Picasso no tenía necesariamente. Sin Dora y sin Paul Éluard no habría Guernica. Y estoy segura de  que ella era feliz cuando estaban trabajando  en esa obra, sentía que estaba trabajando con él, que lo hacían juntos". 

La autora defiende que Maar no fue solo víctima del pintor, ella se entregó voluntariamente. "Picasso para ella fue una bendición y una maldición. Maar no era independiente  y también era manipuladora. Algunas mujeres y algunos hombres  disfrutan sufriendo", asegura antes de recordar la entrevista que mantuvo en Nueva York con el biógrafo y amigo de Picasso, John Richardson, en la que al despedirse le dijo: "Nunca olvides que Dora era masoquista o no la entenderás". La relación que la artista había tenido con Georges Bataille, previa a Picasso, aumentó su capital erótico y sembró la duda sobre su gusto por el sadomasoquismo...

Andrea Aguilar. Madrid. El País, sábado 19 de marzo de 2022

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