Alice Diop. (© Cyrille Choupas)
P.- Las protagonistas de Saint-Omer se plantean su maternidad y la que han vivido con sus madres. ¿Tanto le preocupa?
R.- Sí, pero no es el único tema. No quiero encerrar a Saint-Omer en un discurso concreto. Mis respuestas cambian en cada visionado, incluso las reacciones del público son distintas según los países. El filme escapa a las relaciones binarias.
P.- El cine francés parece moverse entre lo que ocurre en los grandes pisos de París y dramas de la banlieue. Usted abandera una tercera vía.
R.- La respuesta es qué tipo de cineasta admiramos desde la sociedad francesa, y qué tipo de cineasta logra hacer películas. Siento que mis obsesiones me llevan a hacer unos filmes siguiendo a creadores que me interesan y que no son los habituales en la cinematografía francesa. Y que conforman otra visión de mi país. Con Nosotros intenté llegar a todas las capas de Francia. Mi manera de ser francesa es única, soy yo, y como mujer negra de orígenes sengaleses enriquezco esa visión general. Pero no es mi intención principal.
P.- ¿Es Saint-Omer el paso orgánico a Nosotros?
R.- Sí, aunque insisto, no afronto grandes cuestiones generales, sino mis obsesiones, temas particulares. Partiendo de cosas pequeñas acabas mostrando la sociedad en que vives, claro. Ilustras qué es ser francesa en el siglo XXI. Película tras película se completa un discurso, pero el discurso no es el motor. Aunque soy consciente de que mis opciones transforman la representación de Francia.
P.- ¿Cómo acabó una apasionada de la literatura haciendo cine?
R.- Hago un cine muy integrado con la literatura. Me apasionan Marguerite Duras y Chantal Akerman tanto en su faceta de cineastas que como escritoras. Por eso he coescrito el guion con Marie NDiaye, premio Goncourt con Tres mujeres fuertes. La cuestión formal me preocupa, y mucho, en el cine. El público espera de mí reflexiones políticas, ideológicas, y yo ya sé que surgirán, pero será a través de un cuidado formal.
P.- ¿Qué coste emocional ha tenido para usted Saint-Omer?
R.- Ha sido muy duro. Ningún premio puede compensar ese coste emocional. El filme me ha roto, me ha llevado muy lejos, a sitios que ni me planteé. Ha sido un trabajo peligroso. Con el guion hubo una cierta distancia, una frialdad que desapareció en le rodaje. Nos pasó a todo el equipo. Corría además el riesgo de caer en un psicodrama de mujeres enfrentadas a su maternidad. Soy consciente de que acarreo un bagaje, y que lo he soltado en pantalla.
P.- ¿Cómo siente que es la representación de las francesas negras en el cine?
R.- En el cine francés se cuenta a la mujer negra de manera simplista y binaria. Es una especie de madre coraje, cuidadora de sus hijos. No hay complejidad ni ambivalencia, ni tenemos derecho a la singularidad. Las mujeres negras también atravesamos travesías emocionales. ¿Dónde están en pantalla las universitarias negras?
Gregorio Belinchón. Madrid. El País, lunes 6 de marzo de 2023
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