…Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. (Fragmento de Los nadies de Eduardo Galeano) |
Ellas, también, son nadies. Borradas, omitidas, mujeres comunes. Trabajadoras anónimas del otro lado de los Pirineos -Francia- en esos años treinta. Como Leopoldina Haas. Es fresadora, 3.000 tuercas al día en la fábrica Citroën, un trabajo alienante. Aguarda tras la barra de un café del Barrio Latino. Luego se verá qué le dice al camarero, un padre desconocido al que jamás había visto. Es una de las historias recogidas por la novelista francesa Michèle Audin en La señorita Haas (Periférica), un extraordinario fresco de las ningunas ninguneadas. Una novela de gran riqueza formal y estilística que hunde un pie y medio en la memoria de lo real y apoya el otro medio pie en la recreación convertida en ficción. Un libro que reconstruye las vidas de 13 trabajadoras minúsculas -todas ellas apellidadas Haas- atravesadas por la historia mayúscula de esos años: el ascenso del fascismo, el fervor comunista, el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la deportación y el exterminio de los judíos.
Ambas novedades no solo coinciden en el tiempo. Comparten un interés por esos nadies de Galeano, por los menores de Pasolini, por los molineros de Carlo Ginzburg y su microhistoria. (...)
En esos mismos años , las señoritas Haas de Michèle Audin pululan por Francia. Con una prosa musical, llena de ritmo y muy arriesgada en el estilo -pura factura del grupo literario OuLiPo, deudora de Raymond Queneau y con homenajes al poeta del pueblo Jacques Prévert-, la autora resucita a esas trabajadoras cotidianas sin rastro en la historia.
La maestra Catherine, dispuesta a abortar, algo considerado un crimen por la nación que había sacrificado a un millón y medio de jóvenes en los campos de batalla. La pianista Claudine, nueva camarada comunista de clase bien, hechizada por la fuerza de la hoz y el martillo. Valentine y su huelga en las Galerías Lafayette: un reino de seda, elegancia y punta en blanco que oculta la explotación cuando la izquierda del Frente Popular gana las elecciones. Las conversaciones de peluquería mientras Francia decide no intervenir en la guerra de España. Los bailes acaramelados de Francine con su novio en la víspera del 14 de julio, en una verbena organizada por el sindicato del metal. Los oropeles de la Exposición Universal que no acallan "las voces en todas las lenguas de la pobreza" de los barrios humildes de estas señoritas Haas. Como Suzanne Haas, borrada por su origen judío.
Unos años antes de ese horror, en la barra del café parisiense que antes había quedado en suspenso, Leopoldine Haas escucha a su padre. Ha ido a decirle que es su padre. Pero no se lo dirá. Porque le oye decir que una tal Nozière, asesinada por su marido y que ocupa los titulares de prensa, se acostaba hasta con judíos y árabes. "Tome nota, queridita", le suelta a quien no sabe que es su hija, Leopoldine, asqueada, le responde: "Yo no soy su queridita". Y se larga. Para volver a la fábrica a fresar tuercas...
Paco Cerdá. Valencia. El País, lunes 20 de marzo de 2023.
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