Carmen Gallardo en el papel del
viejo avaro Harpagón
Como Pantalone, el banquero veneciano de la comedia sel arte, cuyo lema es: "Entre el amor y el dinero, lo segundo es lo primero", Harpagón quiere casarse para poseer una esposa que lo adorne. En todos los montajes de Iniesta sus actores despliegan un trabajo coral formidable, inspirado en este caso en el teatro de máscaras italiano, pero también en el de los actores cantantes de los musicales brectianos. Este Avaro es un cruce de caminos por el que circulan Euclión, protagonista de de Aulularia de Plauto; los Kosol y Currucucú del Marat Sade, Esmeraldina y el Tío Gilito
Desde su feminidad, Carmen Gallardo ofrece una versión sobresaliente, descarnada y tierna del monólogo cenital de Harpagón: cuando se pone las gafas de pasta oscura, le está haciendo un guiño repentino al célebre Tartufo de Adolfo Marsillach. En el papel de Belisa, Garazi Aldasoro le imprime un verismo íntimo al ritmo vivaz, la amplitud del movimiento y la biomecánica de raigambre soviética que caracterizan el estilo interpretativo de Atalaya. Detrás de su acordeón con un estilo inspirado en los de los sans-culottes, protagonistas de la toma de la Bastilla, Lidia Mauduit conduce segura la toma de conciencia de las víctimas de Harpagón. Da gloria oírlas cantar. También a Emmanuel García maestro en el arte de hacer imposible que el público anticipe el siguiente movimiento de sus personajes. María Sanz le saca un brillo generoso a la hija del tacaño, papel que ha tenido que aprenderse ipso facto para cubrir la baja de su titular.
La versión de Iniesta divulgativa y pródiga en guiños al público actual no se asoma al vértigo trágico que Goethe advirtió certeramente en El avaro; al calculado bullicio de su rítmica puesta en escena le convendría algún instante sosegado donde aflorara lo que la máscara social de los personajes oculta.
Javier Vallejo.Babelia. El País, sábado 18 de febreo de 2023.
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