María Casares había salido de España con 14 años, en noviembre de 1936, de la mano de su madre Gloria Pérez Corrales. Su padre, el político republicano y fiel azañista Santiago Casares Quiroga, ejercía la presidencia del Gobierno cuando se produjo la sublevación militar en julio de 1936 y su actitud política, antes y después de aquellos dramáticos momentos, ha sido siempre muy discutida por los historiadores. Murió en París en 1950 rodeado de silencio y aislamiento: su dimisión política el mismo 18 de julio lo acompañó hasta el final de sus días. ¿Por qué no escribió Casares Quiroga unas memorias dando su propia versión de lo sucedido en los últimos y fatídicos meses anteriores al golpe militar? La escritura de Residente privilegiada aportó en su momento algo de luz al silencio paterno. Casares Quiroga había tenido una hija en 1908 , siendo estudiante en Madrid. Una hija a la que reconoció y se hizo cargo hasta donde pudo. El hecho de que Esther Casares Quiroga y su hija fueran retenidas en A Coruña el verano de 1936 y quedaran en arresto domiciliario hasta 1955, nada menos , sin duda condicionó las decisiones políticas del político republicano. La preocupación y el temor a las represalias que pudiera sufrir su hija mayor y su nieta a manos de los franquistas enmudecieron probablemente a un hombre agobiado también por problemas de salud y por un carácter orgulloso.
María Casares era muy consciente al escribir su libro en busca de las señas de una identidad precozmente escindida, de modo que uno de sus objetivos implícitos fue recatar la memoria familiar aportando sutil información; la autora recupera por ejemplo, fragmentos de cartas y agendas de su padre que serían publicadas íntegramente por María Lopo en 2008, ofreciéndonos un perfil inédito de la figura política y también un retrato de su infeliz matrimonio con Gloria Pérez. Casares empieza diciendo que fue una hija no deseada por sus padres. Pero los mimbres de su caleidoscópica autobiografía son muchos. Desde su textura sorprendentemente literaria hasta la desnudez, incluso el desgarro de algunos pasajes. Por ejemplo ante la muerte del que fuera su amante, Albert Camus, entre 1948 y 1960, escribe: "De ese muerto. escamoteado, no sé nada y nunca he sabido nada. Es el único de mis muertos que me estuvo prohibido ver". Y es que a Francine Faure, esposa del escritor, le costó años reconocer en público la existencia de María Casares, aunque en privado le cupieran pocas dudas pues era una relación muy expuesta y conocida, aunque menos idílica, sin embargo, de lo sugerido en el libro: Camus, según Olivier Todd, mantuvo en los últimos años de su vida relaciones al menos con otras dos mujeres, Catherine Sellers y Mette Ivers (Mi), circunstancia que hace pensar en un enfriamiento en su relación con L'unique. La relación con la joven Sellers, también actriz, dio comienzo en septiembre de 1956 y con Mi unos meses después. Ambas se prolongarían hasta la muerte del escritor. Y la clave de este embrollo puede hallarse, tal vez , en un cuaderno de trabajo para El primer hombre, donde Camus describe a su protagonista. "J. tiene cuatro mujeres a la vez y lleva por tanto una vida vacía". Vacía o llena, con sufrimiento o sin él. Camus tenía también cuatro mujeres impactantes en su vida: Francine, María, Catherine y Mi. Todas estaban al corriente unas de otras.
En todo caso, en la biografía de Todd hay un empeño muy notable de minimizar la apasionada relación del escritor con María Casares, probablemente para no irritar de más a la familia de Camus y poder sacer adelante su biografía, difuminando su importancia en un contexto sentimental más complejo. Sin embargo la correspondencia entre Camus y Casares y que por fin puede leerse íntegramente en castellano (la publicó Gallimard en 2017) gracias al esfuerzo de Debate dice otra cosa muy distinta...
Anna Caballé. Babelia. El País, sábado 4 de marzo de 2023.
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