viernes, 3 de marzo de 2023

El Circo del Sol de los niños de San Pancho

Cuando el cofundador del Cirque du Soleil Gilles Ste-Croix (Quebec, 1947) tenía 12 años le pidió a su padre que le regalara un bajo porque quería ser como Paul McCartney, pero el hombre se negó porque no quería correr el riesgo de que acabara tocando en los pubs. Años después, en 2006, Ste-Croix pudo colaborar con McCartney durante la producción de Love, en la que el Cirque du Soleil celebraba a los Beatles. Aquel espectáculo fue un hito en la carrera profesional de Gilles. En 2014, a los 64 años, se retiró de la primera fila de un circo que en su exitosa andadura no solo ha fijado un modelo de negocio, sino que también ha dignificado el oficio por el mundo.

Ste-Croix y su esposa, Monique Voyer, poseen una casa en San Pancho, un pueblo mexicano con fuerte espíritu comunitario cuya playa mezcla de manera prodigiosa a familias numerosas alrededor de una mesa de plástico, al surfero argentino que vino para dos meses hace tres años, a la joven turista francesa que quiere ser viajera y camina descalza y ya se ha tatuado un símbolo huichol en el brazo y al fontanero autóctono que acelera su moto descamisado y cantando contra el viento.

En ese ambiente en el año 2011, con el fin de recaudar fondos para que no cerrara la fundación cultural Entreamigos, en la que tantos niños del pueblo juegan y se educan, Ste-Croix y Voyer emprendieron un proyecto emocionante. En un almacén pusieron en marcha el Circo de los Niños de San Pancho, asociación sin ánimo de lucro diseñada para promover el desarrollo personal, técnico y artístico de chavales (a partir de los 5 y hasta los 18 años) en las disciplinas de circo y danza. Gilles añadió de su bolsillo 50.000 dólares y recuperó material para remendar del Cirque du Soleil.

Es una mañana de agosto en la que aún se respiran las lluvias de la noche anterior. En las instalaciones del Circo de los Niños se emite el vídeo del espectáculo con el que se cerró la temporada anterior, Fausto, y los de años anteriores, como Sueño de una noche de verano o Alebrije. Del techo cuelgan los trapecios. Hay monociclos, zancos, colchometas. "El precio es de 150 pesos por semana (7,50 euros), dos horas diarias. Hay becas y descuentos, y ya que hay una instrucción profesional y especializada en enseñar a los niños, invitamos a las familias a que colaboren más. La idea es que, ya que en el circo todo es posible, no haya distinciones. Ese es el principal desafío para que se potencie la idea de pertenencia", cuenta Glades Perrera, actual directora. A juzgar por el entusiasmo de padres, alumnos y profesores, el trabajo es intenso. "El primer año se apuntaron 40 niños. Para este curso ya hay 150 inscritos, hemos tenido que abrir también sábados por la mañana. Trabajas duro, puedes ser payaso, acróbata, malabarista... Este circo es maravilloso para experimentar" .La actividad empieza en octibre. En noviembre llega Ste-Croix con la idea de la coreografía que se trabajará durante el curso y que se representará en marzo.

El año pasado por empeño de una ministra canadiense que vino a ver el show, el Circo de los Niños de San Pancho hizo representaciones en Querátaro y en Ciudad de México. Vani, madre de Leliane, una niña que en octubre empezará su sexta temporada en el circo, acompañó a la troupe, "La seguridad que se les enseña a tener en el escenario la tienen luego fuera de él. Son niños que piensan diferente, son creativos, se cuidan entre ellos, cuidan del medio ambiente, cuidan su alimentación, tienen más iniciativa, suben en telas hasta el techo y saben con certeza que el compañero de abajo los va a ayudar si se caen. Ste-Croix es un genio de la imaginación y su circo contagia alegría". Que no falte, pues, le digo antes de despedirme pensando en el bajo que no le quiso comprar a Gilles su padre.

Use Lahoz. El País Semanal, 4 de octubre de 2022.

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