martes, 13 de junio de 2023

Retrato de una obsesión por los cipreses

En la exposición Los cipreses de Van Gogh e el MET
(Foto: EFE/Ángel Colmenares)

Los dos últimos años de su vida, Van Gogh desarrolló una especial querencia por los cipreses como motivo pictórico. Los cipreses de Van Gogh, una exposición monográfica del Museo Metropolitano de Nueva York (Met), reúne todas las obras del pintor holandés que representan el espigado árbol, la figura flamígera y casi espiritual que inspiró al artista decenas de cuadros y dibujos. Junto con una amplia selección de cartas, reveladoras de su proceso creativo y a la vez de los demonios que le consumían, las aproximadamente 40 obras que componen la muestra podrán verse en la galería 199 del Met hasta el 27 de agosto.

Los cipreses de Van Gogh es una exposición emocionante, íntima, incluso dolorosa: de los primeros lienzos pintados a su llegada a Arlés (Francia) en 1888, en los que los cipreses aparecen en segundo término de naturalezas vivas, con árboles cuajados de frutas y campos en flor, hasta los últimos cuadros, en los que el día da paso a la noche o a densos nubarrones (como el Paisaje bajo cielos turbulentos, de abril de 1889, colección privada), la evolución del estado de ánimo y de la inspiración del artista se desarrolla en un recorrido dramático, que va del color al trazo negro, de la luz al crepúsculo.

"Esta exposición es un sueño hecho realidad", explica Max Hollein, director del Met. "Con motivo del 170º aniversario del nacimiento de Van Gogh, reúne obras que ofrecen tanto una visión general como una aproximación íntima a su proceso creativo". La yustaposición de cuadros célebres con dibujos y cartas ilustradas -muchos de ellos rara vez expuestos juntos-ofrece un contexto diferente sobre el maestro posimpresionista, víctima ajena a la gloria y la fama.

Tras dos años en París, el pintor de los girasoles llegó al "glorioso sur" de la Provenza en febrero de 1888, conviviendo durante nueve semanas turbulentas haste el violento episodio de diciembre que terminó con la oreja seccionada del holandés. En febrero de 1888 arrancaba pues un periodo de intensa producción, de 15 meses ininterrumpidos y jalonado por las obras cumbre, ambas de 1889, el año anterior a su muerte. Se trata de Noche estrellada, que pertenece al Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa, en sus siglas inglesas), y Campo de trigo con ciprés, propiedad del Met, dos cuadros celebérrimos que no se reunían desde 1901. Son las piezas centrales de la muestra, acompañadas de óleos, acuarelas y dibujos, alguno de ellos inéditos para el gran público.

La comprensión del padecimiento que consumió esos dos años a Van Gogh reside en los detalles. Tanto, que la comisaria de la muestra, Susan Alyson Stein, ha contado con la colaboración  de una treintena de galerías y coleccionistas para armar la muestra. Es una exposición de las que hacen época, o cuando un hito en una generación , dicen los responsables del museo, ya que académicamente deshace cliché sobre la carrera pictórica del holandés. "Para hallar el verdadero carácter de las cosas , tienes que mirarlas y pintarlas durante un largo tiempo", escribió en otra carta a Theo, que era marchante, sobre su fijación con los cipreses, en una dialéctica constante entre la observación y la reflexión. Desde que pisó Arlés, el pintor exploró el potencial de introducir esa "interesante nota oscura" (el ciprés) en paisajes inundados de luz, como el contraste de su propia existencia.

María Antonia Sánchez-Vallejo. El País, martes 23 de mayo de 2023.

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