François-Henri Désérable |
Salió entero y vivo de ese partido, que, si bien no fue el último, si empezó a marcar el final de su carrera como jugador profesional: Désérable se consagró a las letras tras el prometedor Muestra mi cabeza al pueblo que le valió su billete de entrada a la colección Blanche de Gallimard -una de las editoriales más prestigiosas del mundo- cuando tenía 26 años.Con su segunda novela Évariste, que narra la vida fulgurante del matemático Évariste Galois, la crítica coincidió: se trataba de una verdadera revelación literaria. Su tercera obra, Un tal Sr.Piekielny, disipó cualquier duda. Con ella Désérable fue un firme candidato a los premios Goncourt y Renaudot.
Pero fue con la cuarta, Mi dueño y mi señor (publicada el año pasado en español), que vino la coronación. No solo se llevó el Gran Premio de la Academia Francesa, sino que conquistó a un mayor número de lectores. Una novela ágil, ingeniosa, divertida, íntima, de tintes eruditos y cruelmente realista sobre el matrimonio y la vida de pareja.
Hablemos de la Biblioteca Nacional de Francia, un lugar esencial en la trama de Mi dueño y mi señor...
Fui invitado a la biblioteca en el marco de una residencia que, durante un mes, me permitió tener libre acceso a todas las salas; entre ellos, a la reserva de libros raros y antiguos que guarda grandes tesoros, como la biblia de Gutenberg o los manuscritos de En busca del tiempo perdido. Al término de la residencia, debía escribir un texto y había pensado hacerlo sobre esa sala, pero después me di cuenta de que el corazón de Voltaire se preservaba en el Salón de Honor, una gran sala vacía donde hay una estatua suya, en cuyo pedestal se puso su corazón con una placa conmemorativa. Cuando la vi, me dije: "Es muy fácil robarlo". Entonces una tarde robé el corazón de Voltaire y lo tuve sobre la repisa de mi chimenea durante unos días. Escribí sobre eso y a la semana siguiente leí el texto en la biblioteca y devolví el corazón. Sigo agradecido de que no me hayan denunciado, aunque habría podido alegar una performance artística. Esa era mi coartada literaria.
Este episodio del robo se lo prestó a Vasco, protagonista de su novela...
Sí. Hay episodios que fueron sacados de mi vida: los manuscritos, el robo del corazón de Volataire y la pena amorosa, porque uno no puede pretender escribir sobre la tristeza de una pasión amorosa sin haber padecido una. Lo demás es ficción.
O sea que la novela se basa en una historia personal?
Una de las razones por las que hay cuatro años entre Un tal Sr, Piekielny y Mi dueño y mi señor es porque no podía concentrarme en otra cosa que no fuera la tristeza en la que estaba. Al principio escribí poemas y, tras seis meses, decidí construir una ficción alrededor de los poemas.
Siempre que habla de este libro hace una distinción entre la pasión amorosa y el amor. ¿Cómo explica esa diferencia?
Un amor puede ser apasionante sin ser pasional. En cambio, la pasión amorosa viene con su cortejo de aflicción, porque es un amor imposible. Es algo muy exaltante pero terrible, porque uno sabe que se dirige hacia un final mortífero. Es un duelo por una persona que todavía está viva, que otros pueden ver, tocar y oler y que para uno no existe más. El año que viví eso murió una persona que contaba mucho en mi vida y su ausencia fue menos difícil de superar que la pena de amor. La persona había muerto para todo el mundo. Había una especie de disolución del infortunio, mientras que en mi pena amorosa estaba solo con mi dolor y mi pérdida...
Melissa Serrato. París. El Tiempo, 11 de marzo de 2023
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