Marlowe está basada en la recreación que Banville escribió, hace unos diez años del eterno personaje creado por Raymond Chandler, anteriormente encarnado en el cine por los rostros de Humphrey Bogart, Robert Mitchum, James Caan o Elliot Gould. Ahora es el estoico irlandés Liam Neeson el que le pone a Marlowe un físico pétreo, ya algo mayor -setenta años, cuando el detective de Chandler tiene entre 40 y 50- pero que funciona. Marlowe -así bautizado en homenaje al poeta tantas veces asociado a Shakespeare-es en esencia pura soledad derrotada y Neeson, sin esforzarse, le da ese tono dolorido de criatura completamente solitaria. A pesar de que las críticas han sido malas, a nosotros nos convence su contención estatuaria, igual que nos gusta la cortante realización de Neil Jordan, otro irlandés errante.
En fin, que la rubia de ojos negros los tiene azules y es Diane Kruger; y no entra en cuadro desde la línea de sombra narrada por Banville, pues, en homenaje al hammettiano Halcón Maltés de John Huston -aquí actúa su hijo Danny-, irrumpe de pronto, iluminando el despacho sepia con la luz creada por el español Xavi Giménez, hecha de la materia de los sueños ocres de un Hollywood evocado. Rodado en Dublín y en parajes catalanes - ¡Bay City, que es en realidad Santa Mónica, está recreada en Sitges!-, el filme tiene una atmosférica belleza melancólica muy apreciable y en su sequedad hay toda una declaración moral: "Cuéntame la verdad, pero sin adornos", le pide Marlowe a su interlocutora. Y así es la película.
Eduardo Galán Blanco. La Voz de Galicia, sábado 13 de mayo de 2023.
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