Julie Deliquet en la preparación para la puesta en escena de Welfare.
© Siegfried Forster / RFI
Son víctimas del desclasamiento, héroes anónimos enfrentados al paro, a los problemas de vivienda, a adicciones varias o a una salud mental vacilante, que llaman a la puerta del Estado para que les procure una parte de alivio. Y que se ven atrapados, sin excepción, en un laberinto kafkiano, pese a la buena voluntad de una serie de funcionarios obligados a ejercer de mediadores entre David y un Goliat burocrático, al límite de sus fuerzas ante una falta flagrante de recursos.
Dirige la función Julie Deliquet, que se convierte así en la segunda directora que inaugura este certamen (la primera fue un nombre clave en la escena europea, Ariane Mnouchikine, fundadora del Théâtre du Soleil en 1964). A los 43 años, Deliquet es uno de los nombres pujantes del teatro francés, en el que ha llamado la atención en los últimos años con sus adaptaciones de obras de Ingmar Bergman o R. W. Fassbinder. Por todo ello, parecía la persona idónea para este proyecto: Welfore adapta el magnífico documental que Frederick Wiseman, maestro del género, filmó en 1975 en una sede de los servicios sociales en el bajo Manhatann. Además, Deliquet dirige desde 2020, aquel año infausto, el Teatro Gérad Philippe de Saint-Denis, en la banlieue de París, situado en el departamento más pobre de la Francia metropolitana, por lo que el desmantelamiento del Estado del bienestar no debe de resultar ajeno.
Pese a todo, la función provocó una relativa decepción en su estreno. Welfare en una obra valiente pero desigual, que nunca despega del todo y que puede que todavía necesite un poco de rodaje. Pretende reflejar al realidad pero acaba desfigurándola, incapaz de reproducir el poderoso registro documental del original. Salvo en un puñado de escenas turbadoras, que tembién las hay, sus diálogos suenan grabados en mármol, pronunciados con una solemnidad teatral, en el mal sentido de la palabra, que colisiona con la propuesta de Wiseman, un director superdotado a la hora de dar sentido a los momentos más significantes de la vida diaria, de encontrar oráculos potenciales en el dicurso improvisado de cualquier desconocido con el que se topa su cámara...
La directora prefire mantener la ambigüedad, similar a la que utilizó Alberto San Juan en su reciente adaptación teatral de Lectura fácil de Cristina Morales. "Quise elegir a un grupo de actores que estuviera familiarizado con las cuestiones sociales, por su militancia en ese asunto o bien por sus propias historias personales. La idea era evitar caulquier efecto de distanciación", aseguraba Julie Deliquet.
Si las expectativas eran altas también es porque Welfare es la primera apuesta del nuevo responsable del festival, el portugués Tiago Rodrigues, uno de los grandes del teatro europeo. En esta edición, ha apostado por combinar los nombres incontestables -de Anne Teresa De Keersmaeker a Milo Rau, que presenta a una Antígona amazónica, pasando por Mathilde Monnier o Philippe Quesne- con la renovación: un 75% de las compañías invitadas nunca habían estado en Aviñón, gesto aplaudido en un festival acusado de recurrir siempre a los mismos nombres.
Mientras la élite cultural salía del estreno de Welfare, dos sombras metidas en un saco de dormir pernoctaban en una esquina a escasos metros del Palacio. Por una vez, todo el mundo parecía advertir su presencia.
Álex Vicente. Aviñón. El País, viernes 7 de julio de 2023.
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