Tomemos por ejemplo el arma de fuego en cuyo tambor está marcado un número maldito, el 14096, "que tanto ha dado que hablar en la historia de la literatura". Sí, es la pistola con la que Arthur Rimbaud resultó herido en Bélgica y que empuñó Paul Verlaine, autor de un poema en el que se preguntaba si el corazón de su ser amado era sensible o burlón, y se respondía que eso daba lo mismo, pues lo transcendente era sentir que ese corazón se había convertido en su "dueño y señor", y no si sería o no fiel o infiel. La historia es de todos sabido: los disparos pusieron fin a la tempestuosa relación entre ambos.
Junto a los poemas de estos dos titanes de las letras francesas, la historia de esta pistola que se subastó en 2016, además de las salas y los incunables de la Biblioteca Nacional, y el hurto del corazón de Volatiare, que descansaba en la base de la escultura en la misma sede, François -Henri Désérable (Amiens, 1987) imagina un amour fou entre una actriz de nombre Tina, obsesionada con los dos poetas mencionados, y un conservador de la BNF llamado Vasco.
El tercero en discordia es la pareja de la primera, con quien además ha tenido gemelos y tiene previsto contraer matrimonio. Esta tórrida historia sentimental nos llega por boca de un amigo, confidente y confesor de ambos, "el historiógrafo de su amor", que le relata los entresijos del romance a un juez en lo que es una larga y detallada exposición, en un intento de aportar contexto a un delito y en que está "implicada" la famosa pistola.
El análisis de los poemas del cuaderno confiscado a Vasco también forma parte de esta novela ligera y ágil, pero que promete más de lo que ofrece. Las relaciones entre los personajes tienen cierto deje anticuado e incluso hay situaciones embarazosas, como la humillación que la pareja de Tina le hace pasar a esta cuando descubre la aventura en su móvil.
Un humor a veces demasiado ocurrente, otras falto de originalidad y chispa, intenta limar una historia que se desvanece como el humo que sale del cañón de una pistola tras dispararla, y lo que sí deja buen sabor de boca es la traducción de Lola Bermúdez, cuyo nombre merecería aparecer en cubierta.
Marta Rebón. El Mundo, 4-11-2022.
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