domingo, 16 de julio de 2023

El presidente galo, entre la Bastilla y Waterloo

El día de la Bastilla, la fiesta nacional de Francia, se celebró ayer  en medio de los disturbios; lo que no deja de ser una ironía, porque lo que conmemora esa fiesta del 14 de julio son precisamente unos disturbios de hace más de dos siglos. Como en estos disturbios recientes, hay quien quiere cree que esa violencia colectiva tiene un significado político. No es cierto en caso reciente ni en el antiguo. Lo que pudo haber de protesta en los sucesos de hace unos días quedó casi inmediatamente subsumido en una ola de saqueos y asaltos a tiendas de ropa de marca (especialmente, los productos promocionados por las estrellas del fútbol francés). Lo mismo sucedió hace más de doscientos años. El asalto a la Bastilla no fue ninguna gesta de la épica revolucionaria, sino un acto de violencia incontrolada. La intención no era liberar presos políticos, de los cuales no había ninguno, en la famosa prisión (tan solo cuatro falsificadores de moneda, dos locos y un condenado por perversión sexual). A veces la violencia no tiene otra causa que el caos. Lo que no quiere decir que no pueda tener consecuencias. La violencia banal de la toma de la Bastilla ayudó a crear la inestabilidad que dio lugar a la Revolución francesa, que, a su vez, desembocó inexorablemente en la dictadura militar de Napoleón.

Si ha habido algo mínimamente político en los disturbios recientes ha sido la voluntad de atacar a los símbolos de la autoridad : las comisarías, escuelas, liceos, bibliotecas e incluso centros de salud. Cualquier edificio en el que ondee una bandera francesa. Tuviera la relevancia que tuviese, ese objetivo abstracto se ha conseguido en este día de la Bastilla. En muchos lugares de Francia las celebraciones se suspendieron por prudencia, en todo el país se vetó la venta de los tradicionales petardos y la presencia policial ha convertido el día en una exhibición de fuerza del Estado. Emmanuel Macron decidió también no pronunciar el discurso televisado de todos los presidentes de la República en esta fecha señalada. No es la primera vez que esto sucede, pero tiene especial relevancia, porque hace cien días Macron había emplazado a los franceses a este discurso para hacer una evaluación de los "cien días" de tregua o de gracia que había pedido después de las duras protestas contra su plan de pensiones. Que no haya podido ni siquiera hacer esta evaluación el día convenido ya lo dice todo. Pero, por si no estuviese claro, la evaluación la han hecho los propios franceses por medio de un sondeo. El 78% cree que Macron ha fracasado, y lo que puntúa peor es el apartado de "ley y orden". Cuando Macron había mencionado esta idea de los "cien días", algunos recordaron que los Cien Días es como se conoce al último intento desesperado de Napoleón  de reconstruir su imperio. El hecho es que en el tradicional desfile militar de la fiesta nacional de ayer, Macron recibió silbidos y abucheos. Entre esas dos Francias, la de los disturbios y la de los abucheos, camina ahora el presidente  en lo que parece la dirección de Waterloo.

Miguel-Anxo Murado. La Voz de Galicia, sábado 15 de julio de 2023.

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