Si ha habido algo mínimamente político en los disturbios recientes ha sido la voluntad de atacar a los símbolos de la autoridad : las comisarías, escuelas, liceos, bibliotecas e incluso centros de salud. Cualquier edificio en el que ondee una bandera francesa. Tuviera la relevancia que tuviese, ese objetivo abstracto se ha conseguido en este día de la Bastilla. En muchos lugares de Francia las celebraciones se suspendieron por prudencia, en todo el país se vetó la venta de los tradicionales petardos y la presencia policial ha convertido el día en una exhibición de fuerza del Estado. Emmanuel Macron decidió también no pronunciar el discurso televisado de todos los presidentes de la República en esta fecha señalada. No es la primera vez que esto sucede, pero tiene especial relevancia, porque hace cien días Macron había emplazado a los franceses a este discurso para hacer una evaluación de los "cien días" de tregua o de gracia que había pedido después de las duras protestas contra su plan de pensiones. Que no haya podido ni siquiera hacer esta evaluación el día convenido ya lo dice todo. Pero, por si no estuviese claro, la evaluación la han hecho los propios franceses por medio de un sondeo. El 78% cree que Macron ha fracasado, y lo que puntúa peor es el apartado de "ley y orden". Cuando Macron había mencionado esta idea de los "cien días", algunos recordaron que los Cien Días es como se conoce al último intento desesperado de Napoleón de reconstruir su imperio. El hecho es que en el tradicional desfile militar de la fiesta nacional de ayer, Macron recibió silbidos y abucheos. Entre esas dos Francias, la de los disturbios y la de los abucheos, camina ahora el presidente en lo que parece la dirección de Waterloo.
Miguel-Anxo Murado. La Voz de Galicia, sábado 15 de julio de 2023.
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