"La Riviera francesa es un lugar soleado para gente sombría y lleno de estafadores", con esta cita de Somerst Maugham comienza el filme. Y, precisamente, la lujosa villa en la que se abre la narración perteneció al escritor británico. Allí la actriz retirada, que interpreta Isabelle Adjani -el rostro inexpresivo por la cirugía-, diva del pasado a lo Norma Desmond, limpia su piscina con vistas -enésimo guiño a El crepúsculo de los dioses- mientras su joven amante -encarnado por Pierre Niney, que no es precisamente, William Holden-, bailarín que ya no baila, intenta escribir una biografía laudatoria de la vieja gloria. En la mansión maughamiana, mausoleo donde la exestrella tiraniza y humilla a su protegido -no es casualidad , estando por medio el autor de Servidumbre humana-, la deslumbrante aparición de la figura triangular a la que da vida Marina Vacth -que debutó en Joven y bonita, una Belle de jour torpe de François Ozon- con su libidinosa delgadez y translúcida piel, consigue crear un personaje turbio y arrasador, de densa presencia y pulsión autodestructiva. Ella también vive de la conquista de hombres maduros, labor que realiza con crueldad y ansias de venganza.
En fin, que la primera hora del filme nos depara buenas sensaciones, esperanzados ante las decisiones del actor metido a director Nicolas Bedos. Pero luego, poco a poco, las costuras que mantienen el sentido de los personajes se van descosiendo hasta llegar a un final tramposo que acaba con cualquiera de las complejidades vislumbradas.
Eduardo Galán Blanco. La Voz de Galicia, sábado 17 de junio de 2023.
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