jueves, 21 de marzo de 2024

Reírse de uno mismo leyendo Astérix

Adorno y Horkheimer sentencian que "la risa (...) acompaña siempre el momento en que se desvanece un miedo". Tras la II Guerra Mundial, Europa renace con la promesa de domesticar la violencia y desterrar el miedo. Muerto Dios, queda solo el temor a los hombres. Atenuado este, la risa horizontal se extiende. Una gran capa media puede prever su vida a largo plazo y nada impide que fructifique una risa cotidiana, signo de la ligereza que hallan hombres y mujeres cuando no se enfrentan solos a los imprevistos de la existencia y sus días no son una tregua antes de tiempos peores. 

La serie Astérix es paradigmática de la masificación de la risa en Europa durante la segunda mitad del siglo XX. Los galos de la irreductible aldea tampoco tienen miedo de nada porque cual superhéroes disponen de un arma definitiva, la poción mágica que funge de red de seguridad y deja a los ciudadanos con la única preocupación  de perseguir sus intereses privados y comerciales, sus estilos de vida, y buscar de vez en cando el entretenimiento violento con los romanos. Entre pelea y pelea, en la aldea reina la posibilidad de un humor libre e igualitario, que la serie a su vez aplica a los estereotipos nacionales de francesa, italianos, lusitanos, españoles y otros tantos, causando una risa paneuropea, un programa Erasmus del humor, que reduce las distancias entre los nacionales de cada país mientras acentúa las pequeñas diferencias , logrando que cada quien  (bretones, corsos, suizos, etcétera) se ría de si mismo. Desde el primer número, Astérix, el Galo, de 1959, se han vendido más de 300 millones de libros de la serie en el mundo.

Abraracúrcix, jefe de la aldea y bromista de tiempos 
secularizados

Ríen los galos y ríen los europeos cuando solo queda el miedo de que les caiga el cielo sobre la cabeza, como se teme Abraracúrcix, jefe de la aldea y bromista de tiempos secularizados. También ríe Panorámix, el druida que hace las veces de sereno gurú, sabio y brujo despegado de la tierra (no se le ve comer), pero apegado a la aldea y a sus habitantes, siempre pronto a ofrecer sus artes para buenas causas defensivas. Estos galos esencialmente paganos se parecen a los franceses que, según diagnóstico de Emmanuel Todd, se hallan sin horizonte de sentido, sin trascendencia, sin Dios, sin lo sagrado, sin algo de lo que no se puedan reír. Ateos angustiados en situación de riesgo metafísico, así define el sociólogo francés el estado espiritual de los franceses, y, en cierto modo también, de los europeos, la excepción hipersecularizada en un mundo  aún religioso. El cacique del pueblo solo tiene miedo de que le caiga el cielo sobre la cabeza; teme e inconscientemente desea la súbita revelación de la falsedad de su paganismo. La profecía de que algún día la trascendencia se desplomará sobre la aldea  es aún otra broma de la era secular y sus creencias de quita y pon.(...).

La ideología de gran parte de las series televisivas infantiles producidas hoy es menos optimista. Los ciudadanos pierden el control sobre su vida, el cielo se cubre de nubarrones y el futuro carece de porvenir. Las ficciones se vuelven más pedagógicas, menos lúdicas... Los contenidos audiovisuales ofertados cumplen con los estándares de violencia permitida por las autoridades y acentúan los mensajes edificantes (cooperación, cuidados recíprocos, amistad...). El resultado son historietas que, al no poder utilizar la violencia, han perdido un recurso clave para provocar la hilaridad... Cuando definitivamente el cielo caiga sobre nuestras cabezas, no pillará a los ciudadanos desprevenidos. 

Daniel Gamper (Barcelona, 1969), es profesor de Filosofía. Este extracto es un adelanto de De qué te ríes. Beneficios y estragos de la broma, que se publica el 20 de febrero.

El País. Ideas. Domingo 18 de febrero de 2024.

No hay comentarios:

Publicar un comentario