Fotograma de Las dos inglesas y el amor.
Depresión. Truffaut tuvo una compulsiva biografía amorosa -reflejada en El amante del amor (1977)-, y mantuvo relaciones con muchas mujeres, la inmensa mayoría protagonistas de sus películas. También vivió, de otra manera, la experiencia de amar a dos hermanas: Françoise Dorléac (La piel suave, 1964) y Catherine Deneuve, nacida Dorléac (La sirena del Mississippi, 1969). Dos amores con durísimo final: Françoise se mató a los 26 años en un accidente de automóvil y Catherine lo abandonó para unirse a Marcelo Mastroianni en 1971. Truffaut cayó en una depresión profunda y fue internado en una clínica para tratarse con una cura de sueño. No pudo volver a trabajar con Deneuve hasta 1980, cuando la dirigió en El último metro, uno de los mayores éxitos comerciales de su carrera y muestra evidente de su entrega a un cierto clasicismo francés que había combatido en sus rupturistas comienzos como escritor de cine y cineasta, con la figura paterna del crítico católico (de izquierdas) André Bazin (¿Qué es el cine?) como protector y mentor.
Novelistas. Creador de un cine club a los 15 años, el líder de la Nouvelle vague, el impulsor del cine de autor, el reivindicador de cierto cine norteamericano de personalidad autoral -su libro de entrevistas con Alfred Hitchcock-, François Truffaut amó a las mujeres y a los niños -tan presentes en su cine- y amó de forma compatible e igual de apasionada los libros y las películas -recordemos respectivamente, Fahrenheit 451 (1966) y La noche americana (1973)- , creando una genuina y digamos que literaria forma de cinefilia. Siempre, dos amores. El actor Jean-Pierre Léaud, el protagonista de Las dos inglesas y el amor, su alter ego en la pantalla, protagonizó el ciclo -un mediometraje y cuatro largos- de carácter semi autobiográfico de Antoine Doinel. Son inolvidables por su encanto -un misterioso encanto recorre el cine de Truffaut- Besos robados (1968) y Domicilio conyugal (1970). Pero ya en su primer largo y primero de la serie, el realista y disruptivo Los 400 golpes (1959), mostró al niño Doinel leyendo a escondidas a Balzac y robando fotocromos de las cristaleras publicitarias de un cine. De los policíacos de David Goodis y Willian Irish a la adensada literatura de Henry James, pasando por la ciencia-ficción de Ray Bradbury, Truffaut adaptó al cine a muchos novelistas y, además, reiteradas veces exhibió en la pantalla libros y los actos de leer y escribir. Hoy podríamos recordar -y aquí queda- a su amigo y luego enemigo Jean Luc Godard, muerto hace un año, pero hemos preferido rememorar a François Truffaut (1932-1984). En octubre se cumplirán cuatro décadas de su desconsoladora desaparición con solo 52 años a causa de un tumor cerebral.
Manuel Hidalgo. El Cultural, 6-8-2024.