Otro símbolo francés, Catherine Deneuve, es la encargada de dar vida a Bernadette Chodron de Courcel, llamada Chirac tras su matrimonio, actual viuda del expresidente a sus 91 años, y, según detalla con sorna esta ficción "ligeramente inspirada" en la realidad, ninguneada por el círculo del poder ya desde el primoroso gag con que se inicia la película. Chirac que ya había sido primer ministro en dos mandatos y alcalde de París durante ocho años, es elegido presidente de la República a mediados de mayo de 1995. Con sus espigados 1,89 centímetros de estatura y subido a un pedestal saluda desde un balcón a sus seguidores, con la pequeña barandilla casi a la altura de sus rodillas. Su esposa, a la que nadie hace caso, se acerca a cámara lenta hacia el griterío y los olores del triunfo. Domenach, con buen criterio, utiliza imágenes reales de la televisión de la época para ilustrar a la enfervorizada ciudadanía. Pero cuando llega al balcón, minimizada física, sentimental y políticamente, su marido con expresivos brazos abiertos, le incrusta una frase prapera:"¿Qué haces aquí, Bernadette? ¡Que te vas a caer!".
Desde ahí, la película cuenta sus iniciales deslices públicos (las improcedentes críticas por televisión a su primer ministro, Alain Juppé); la contratación de un asesor de comunicación como ayuda para salir de su reducto de mujer florero; las acertadas intuiciones sobre el ascenso de la ultraderecha en las sucesivas elecciones; y su propia carrera política como concejala y teniente de alcalde del departamento de la Corrèze. Domenach no se guarda una y sobresale la atenta denuncia, siempre en tono jocoso, de las infidelidades de Chirac con variadas mujeres...
En este siglo XXI, y siguiendo el modelo estadounidense, al cine francés hay que agradecerle la mirada poliédrica a su más reciente historia del poder, con abundantes películas políticas que analizan las andanzas de algunos de sus grandes nombres (entre ellas, Presidente Mitterrand, dirigida por Robert Guédiguian en 2005). La mujer del presidente abarca más de una década, hasta las presidenciales de 2007, y en su recorrido, entre verdades y medias verdades, bromas y reflexiones, sin grandes aspavientos formales, pero manteniendo un nivel medio de comicidad más que digno, se toma la libertad de empequeñecer a algunos intocables. El más importante el propio Chirac, al que se dibuja como un hombre lelo de lo que su imagen parecía transmitir. Y también a Dominique Villepin, sempiterno asesor del presidente y primer ministro entre 2005 y 2007, al que se trata poco más que como un estirado y bobo galán que va de intelectual, pero que nada aporta a la política real.
Javier Ocaña. El País, miércoles 14 de agosto de 2024.
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