Annie Ernaux en su casa de Cergy. (Foto:Léa Crespi) |
Este verano cumple 84 años. ¿Cómo los lleva? "No muy bien", se resigna. Le duele la cadera por una enfermedad congénita agravada por la edad y tiene miedo de caerse. Está escribiendo un nuevo libro del que no dará explicaciones, salvo una: "No se inscribirá en la doxa actual". (...)
P.- . Qué ha cambiado el Nobel?
R.- El premio me ha convertido en un personaje público. Antes era solo una escritora. Ahora soy un icono, un símbolo, todas esas palabras pomposas que carecen de significado para mí. Me sentí como esa Virgen, Notre-Dame de Boulogne, a la que pasearon por parroquias de toda Francia al terminar la II Guerra Mundial.
P.- No parece que la haga muy feliz.
R.- No, nada feliz. Lo que me satisface es ver a esos jóvenes que me conocen por las traducciones que se han hecho gracias al Nobel. Pero toda la parte oficial se me ha hecho pesada. Me ha quitado tiempo para escribir.
P.- La mañana que la llamaron para anunciarle el premio prefirió no contestar al teléfono...
R.- El año anterior me gastaron una broma pesada, me dijeron que ganara y era mentira. No me iba a dejar estafar una segunda vez. Dejé que sonara el teléfono y esperé a hasta que lo anunciaron en la radio. Mientras me puse a vaciar el lavavajillas.
P.- ¿Se arrepiente de haber ganado el premio?
R.- No. En realidad, yo nunca me arrepiento de nada. Sin duda, es una reacción a mi educación católica.
P.- Al ganar el Premio Formentor en 2019, me dijo que experimentaba "un sentimiento de impostura"... También dijo sentirse "indigna" para cualquier premio.
R.- Sí, debido a mi origen social. Aunque al ganar el Nobel sentí la necesidad de reivindicar esos orígenes, a diferencia de lo que sucedió con otros premios. Me sentí en el deber de representar a aquellos con quienes comparto ese origen social.
P.- En solo dos generaciones, su familia pasó de ser campesina y analfabeta a ganar el Premio Nobel.
R.- Eso debería ser lo normal. Lo anormal es que casi todos los premiados tengan ascendencia intelectual. Mi abuelo no sabía leer y mi padre nunca había oído hablar del Nobel. Yo supe lo que era a los 17 años cuando lo ganó Camus. Todavía recuerdo su discurso de aceptación: "Quien eligió su destino de artista porque se sentía diferente aprende rápidamente que solo alimentará su arte y su diferencia admitiendo su parecido con todos".
P.- Para usted, esos orígenes fueron motivo de vergüenza.
R.- Sí, claro. Al principio hubo esa vergüenza porque mis padres no eran burgueses parisienses sino tenderos de un pueblo modesto de Normandía. Todo el trabajo ha consistido en darle la vuelta y convertir esa vergüenza en algo útil, usarla para pensar el mundo de otra manera.
P.- Es decir que ha transformado la vergüenza en orgullo.
R.- Algo así. De pequeña, cuando sacaba buenas notas, las monjas que me educaron, a las que odiaba con todas mis fuerzas me decían: "Espero que se lo agradezcas a Dios". Yo no entendía por qué yo debía agradecérselo y no las demás niñas. Me costó años entender que lo decían porque era pobre. Me sigue sucediendo: a los tránsfugas de clase, como nos denomina la sociología, se nos reprocha siempre la falta de gratitud.
P.- Es cierto, le reprochan que sea ingrata y plañidera.
R.- Me pueden decir lo que quieran menos plañidera. Mis libros expresan la realidad, y la realidad es violenta. Nada más.
P.- A los 20 años, escribió en su diario íntimo una frase de Rimbaud:"Soy de raza inferior para toda la eternidad".
R.- Así es. La contrapuse a otra de mi cosecha:"Voy a vengar mi raza". Es la frase que recordé al recibir el Nobel.
P.-¿Lo ha conseguido?
R.- He hecho todo lo posible. Con los medios de los que dispongo, tengo el deber de hacer tomar conciencia sobre las injusticia fundamentales. El éxito no me ha afectado, habría vivido igual de bien sin el Nobel. En realidad me afligen la gloria y la celebración.
P.- Muchas personas de izquierdas de su generación se han vuelto conservadoras con la edad. ¿Cómo lo evitó usted?
R.- No fue difícil. Esas personas a las que se refiere eran. a menudo, burgueses, aunque no siempre fueran conscientes de ello. Están conectados con círculos intelectuales que yo no frecuento. Yo solo era una profesora del extrarradio.. Nunca me alejé de mis convicciones primeras.
P.- Tengo la impresión de que también es una cuestión de ética.
R.- Sí. ¿Y no cree que la ética procede de la sociología de cada uno? Es decir. que uno tiene la ética de su clase social. La mía está entre dos mundos pero se puede inclinar hacia la de mis padres: no aprovecharse indebidamente de nadie, no bucar nunca la gloria. Jamás.
P.- Austeridad y rectitud moral. (...)
Álex Vicente. El País Semanal., 7 de junio de 2024.
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