Desde la crítica exigimos demasiado a las películas y olvidamos con frecuencia que muchas veces solo pretenden relucir en la pantalla pequeños trozos de vida. Artefactos servidos con eficacia narrativa y sin más pretensiones que hacer feliz al patio de butacas, que no es poco. El escritor, guionista y director Ivan Calbérac lo tiene muy claro desde que en 2002 se estrenó con Irene. Y ya van ocho, la más reciente Cata de vinos (2022), una de amores y copas, y ahora Niégalo siempre, en la que insiste en su línea, centrándose en una pareja, que, después de cuarenta años de casados, el marido, militar jubilado y militante gaullista, descubre un desliz de su señora durante sus ausencias por gajes del oficio. Despechado, el hombre, que había consolidado su zona de confort siguiendo sus convicciones castrenses, opta por ir en busca de aquel que había osado beneficiarse de su entonces joven esposa.
Sin renunciar al tono costumbrista, Calbérac nos relata una suerte de viaje en busca de sí mismo, que lo llevará a descubrir no solo la realidad más allá de las paredes de su enorme caserío, sino, además a sus propios hijos -el que optó por la milicia es su preferido, pero ignoraba que su hija fuera lesbiana, y el menor un teatreiro, creador de marionetas-, y cómo no, a su propia mujer, ambos bien ajustados por los veteranos André Dussollier y Sabine Azéma, por momentos coqueteando con la farsa, pero al tiempo plegándose bien al drama. La conclusión es que es mejor negarlo siempre, en particular cuando se revuelve en las turbulentas aguas del sexo ocasional. Mientras la vida sigue...
Miguel Anxo Fernández. La voz de Galicia, sábado 10 de agosto de 2024.
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