sábado, 28 de septiembre de 2024

Rennes: la constante evolución de la capital de de Bretaña

La inercia de la historia  dice que lo mejor de la región son sus costas o los pueblos que se llenaron de pintores impresionistas como Pont-Aven, Belle Île o la península de Crozon, de acuerdo. Todo esto es estupendo, pero resulta curioso que en ninguna de estas listas  que tanto gustan  a las revistas de lifestyle, como "diez cosas que hacer" o "los mejores planes para", nunca aparezca Rennes. ¿Por qué? Curioso.

En 2018 L'Express la denominó la ciudad más habitable de Francia. La enorme riqueza patrimonial del centro ha desplazado la presión expansiva hacia el exterior, por lo que Rennes crece hacia a las afueras y hacia arriba sin llegar a la densificación. No hay mejor puerta de entrada en la Bretaña que su capital: vibrante y emprendedora defiende sus tradiciones a la vez que se transforma. Más allá de sus clásicos como el Parlamento, el Museo de Bellas Artes, las identitarias fachadas con entramado de madera del siglo XVII de la place de Jean-Jacquet o el imprescindible mercado de Lices que anima el día a día de la ciudad desde 1620 -no en vano es el mercado más grande del país-, vamos a centrarnos en algunas pistas del Rennes más contemporáneo.

Le Belvédère, un mirador del siglo XXI. Es otro ejemplo de la continua experimentación de los diseñadores Ronan y Erwan Bouroullec sobre el paisajismo urbano. Estamos ante un mirador del siglo XXI que ilumina (a todas horas) el paseo fluvial, creado a partir de la simplicidad estética y formal que caracteriza el savoir faire de este dúo reconocido a nivel mundial. No está aquí porque sí y no empezamos nuestra lista por este observador tan original por casualidad.

El emplazamiento es revelador: en el río Vilaine y junto a la Place de Bretagne, un cruce de caminos muy frecuentado entre el Quai Saint-Cyr y el Quai de Ille-et-Rance; a un lado la catedral de San Pedro, el casco antiguo y al otro, dos emblemáticos edificios modernos: Le Mabilay, de Louis Arretche, y Les Horizons, de Georges Maillols. Y a su derecha, el reciente proyecto residencial CAP Mail de Jean Nouvel  y Christian Hauvette, reconocible por su estilo paquebote actualizado.. Además de eso, a dos pasos  se halla el inicio del Mail François Mitterrand, conocido como los Campos Elíseos de Rennes. Es un renovado paseo con un irremediable  aire a Las Ramblas del que se habla en las bienales internacionales de urbanismo como ejemplo de lo que deberían ser las avenidas de mañana: mecas de convivencia. Concluye  en la confluencia  del río Ille con Vilaine, frente al parque flotante  del Jardín de la Confluencia, donde llama la atención el conjunto arquitectónico Ascension Paysagère, del estudio holandés MVRDV con Winny Maas al frente.

Romántico faro en el río.
Por la noche, paseando por las orillas de los ríos y atravesando los puentes del centro se agradece la amabilidad de los Bouroullec al crear un mirador que ejerce de faro, que penetra de manera romántica en el río y que nos recuerda que una de las premisas de viajar, que no olvidemos que a fin de cuentas es una actitud, es ver de día lo que se vio de noche y ver en primavera lo que se vio en otoño por si la luz cambia una sombra de sitio...

La arquitectura de la modernidad de Arretche y Maillols.

Con vistas al río Vilaine, el edificio más emblemático sigue siendo Le Mabilay, cuya rotunda presencia explica que en los años setenta se decidiera levantar un centro internacional de investigación y desarrollo dedicado a las telecomunicaciones u la innovación tecnológica. El arquitecto optó por un diseño  de ciencia ficción, una ópera espacial de 16.500 metros cuadrados en forma de trípode que imita la base de un platillo volante a punto de despegar junto a esa antena de 80 metros de altura que sigue siendo la linterna de la tecnología en Bretaña. Mucha gente joven la llama "la cigarrette" por la forma y el color del punto más alto de esa antena.

Otro capítulo merece el arquitecto Georges Maillols, autor de Les Horizons, de 1970, el primer rascacielos en alcanzar los 100 metros que sigue siendo el edificio más alto de Bretaña. Dos torres gemelas bien unidas, inconfundibles por su aspecto redondeado, sus curvas de hormigón blanco  En el último piso de las torres vivió entre 1975 y 1979 el escritor Milan Kundera  tras la huida de la  Checoslovaquia comunista.

Detalle del mosaico de La salle de bain

Odorico y el arte del mosaico. Decir Odorico en Rennes  es decir mosaico. Su influencia en el patrimonio cultural es equiparable a la de Gaudí en Barcelona. El arte decorativo de Odorico inunda esta ciudad y la distingue. Entre los 27 lugares a visitar en la ruta Odorico el más inevitable  sea el que fue su casa familiar. Más allá de ser un impecable ejemplo de vivienda art déco, hoy es la crepería Bretonne con una excelente carta. Toda la casa tiene motivos para admirar a Odorico, pero llama especialmente la salle de bain, una de las mas hermosas del mundo. 

Le Frac Bretagne. Entre los tesoros de la colección del Musée Frac Bretagne hay unas fotografías de los Becher que explican bien la época que vive el museo y la ciudad. Para los fotógrafos Bernd y Hilla Becher, la estética de una fábrica o de una torre de agua tenían cabida en un museo. La pareja triunfó fotografiando los altos hornos de cal que sustentaban la industria pesada  en la Alemania del siglo XX. Retratando esas descaradas esculturas anónimas de las periferias, documentaron esa arquitectura vernácula de Europa occidental y llegaron a gozar de una retrospectiva monumental en el Met de Nueva York. Ese es el espíritu del Frac, Fondo Regional Arte Contemporáeo, desde donde se pretende dignificar el arte de los márgenes de toda la región y de más allá.

Use Lahoz. El País Semanal, 30 de agosto de 2024 

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