Tu pequeño cuerpo se acomoda a un sofá viejo cubierto con una funda que también tiene sus años. La pantalla de televisión de esas pequeñas con culo, es la única luz del salón. De fondo, la voz que te ayudará a conciliar el sueño. Esa que narrara a la España que no sestea que Perico Delgado ganará el Tour de Francia...
La niña de los entonces ya es mayor de edad y no va a esa casa en verano porque sus propietarios decidieron venderla. Ahora está en un piso de Getafe al que acaba de mudarse con sus padres, las piernas se le salen del sofá porque ha crecido unos centímetros -tampoco tantos- y sí que tiene ganas de sestear porque se ha pasado el curso levantándose a las seis menos diez para ir a clase, bebiéndose un café doble y negro como la noche, el rezo de la Cope y a la ducha, que a las siete menos cuarto hay que estar en el tren de cercanías que la llevará enlatada a la universidad.
Aunque en verano no esté obligada a madrugar, su cuerpo sale de la cama antes de lo normal, como si se prepara para julio, para el Tour de Francia y para mantener algunas tradiciones. Ahora el chorro del aire acondicionado le da de lleno, así que se hará la olvidadiza para que su madre a la mínima, vaya por una manta que le tape el cuerpo... Y mientras esa mujer mayor de edad intenta dormirse en el sofá de al lado volverá a escuchar de fondo al narrador del Tour de Francia con las frases de siempre, aunque haya otros nombres de corredores que aprenderse. Qué difícil el Tourmalet y el Mont Blanc, sospechas de doping, "la te-te de la cour-se", dirán tal cual las dos muertas de risa porque ninguna sabe francés...
Qué largo es el verano de estudiante, cuando aún no has estrenado la vida laboral.
Qué corto es ahora, trabajando como autónoma. Y cómo odio el Tour de Francia, porque la que ahora recoge la cocina soy yo.
Ángeles Caballero. El País, lunes 5 de agosto de 2024.
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