Premio de los libreros de Francia -que designa el voto de más de dos mil profesionales independientes-, El soldado desafinado (2022) es una novela sobre el absurdo de la guerra. La trama recuerda un poco aquel excelso filme que en 1989 rodó Bertrand Tavernier, La vida y nada más, donde el comandante Dellaplane -que encarna Philippe Noiret- recorre los escenarios de la Gran Guerra recuperando e identificando cadáveres de soldados. Tarea similar desempeña el protagonista de la novela de Gilles Marchand (Burdeos, 1976). Tras perder la mano izquierda en el conflicto bélico, y ocuparse en empleos militares en el frente en abastecimiento y transporte, se acaba convirtiendo en investigador en casos de familias que luchan por restituir el honor de soldados injustamente fusilados. En esas pesquisas andaba en 1925 cuando Jeanne Joplin requiere sus servicios para que encuentre a su hijo desaparecido durante la guerra y lo haga con carácter urgente. ¡Nueve años después de que haya perdido la pista!. La última noticia de Émile data de 1916, cuando envió una carta desde Verdún. Pero ella está segura de que está vivo. Sin mucha convicción, con escepticismo, asume el encargo y emprende un viaje de prospección por los campos de la muerte aún destripados pr los obuses, llamando a las puertas, preguntando a supervivientes y familiares de los caídos, forzando a recordar y a hablar a quien solo quiere olvidar. La empresa del protagonista es, a su vez, una huida hacia adelante, en un intento de evitar enfrentarse con su propia herida, no solo la de los traumas de la guerra, de mantener confinado el dolor íntimo que lo abrasa por la pérdida de su gran amor, Anna, víctima de la gripe española. En su atribulada misión descubrirá el rastro que Lucie Himmel dejó en la corajuda búsqueda de su querido Émile. ¿El hallazgo podría devolverle la esperanza en una Europa en que vuelven a soplar vientos de guerra?
H. J. P. Redacción. La Voz de Galicia, jueves 27 de febrero de 2025.
No hay comentarios:
Publicar un comentario